Tuve un sueño… O no sé, ¿creo quizás que ha sido una pesadilla?

117

Por Emiliano Reyes Espejo

Resumen: La actitud de autoridades de Haití y terceros países de querer socavar la tranquilidad y el desarrollo socio-económico de esta parte de la isla parece un hecho premeditado. El Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (ProDominicana) informó que la Inversión Extranjera Directa (IED) alcanzó los US 1,870.9 millones entre enero y junio de 2022. El Banco Central también ha estado recibiendo misiones de organismos, corporaciones y entidades que manifiestan su interés por realizar inversiones en el país. ¿Será que se quiere exacerbar la bien ponderada estabilidad macroeconómica y la paz social azuzando una migración haitiana ilegal y sin control? Ojalá que esa no sea la trama.

A raíz de la instalación del nuevo gobierno dominicano hace dos años, a la cabeza del cual asumió Luis Abinader como Presidente Constitucional de la República, se me ocurrió -con la mayor humildad- ¿o ingenuidad?- sugerir que sean las propias autoridades y pueblos haitianos que abjuren de todo interés, que expresen no desean realizar ningún esfuerzo para apropiarse de esta parte de la isla.

Apelé entonces a que ocurra “un amistoso gesto de buena vecindad” por la parte haitiana, en el que Haití adoptaría “motu proprio” el compromiso público de no apetecer la isla, gesto que se interpretaría como un saludo al nuevo gobierno dominicano.

No valoré en esa oportunidad un hecho real, tangible, que acontece en la centenaria relaciones con Haití, y que no es un secreto para nadie: Una buena parte de la clase dominante e intelectuales haitianos, plantean “con una escalofriante seriedad” la pertinencia de que su país retome el control total de todo el territorio de la isla Quisqueya. Y para colmo parece que es una conducta azuzada por terceros países.

¿La cúpula haitiana inculca a sus estudiantes en los centros escolares y a sus ciudadanos unos “raros pensamientos” respecto al control de la isla? Si es así, podemos decir que predica una doctrina abarcadora e inaceptable y que es parte del contenido de su Constitución: “La isla es una e indivisible”.

¿Hay resentimientos entre los haitianos?

Esa actitud –o aptitud- está dando lugar a la creación de una especie de “odio social” que ha conllevado en algunos inmigrantes haitianos a un comportamiento diferente, algo distante, cuando llegan a nuestro país. A éstos se les hace difícil ocultar sus resentimientos frente a sus congéneres dominicanos. Y viceversa.

Al parecer aguardan, no solo la creencia, sino un interés real de apropiación de esta parte de la isla, lo cual ya le ha sido inculcado en su territorio. Parecen estar imbuidos, dominados por esa convicción nefasta, en el sentido de que nosotros les hemos despojado de algo que es suyo. ¿Acaso entienden que ha llegado la hora de recuperar la parte que erróneamente ellos creen les pertenece? ¿Hay terceros países alimentando ese deleznable sentimiento anti-dominicano entre nuestros hermanos haitianos?

Nos distancian de los haitianos

El ex presidente Leonel Fernández acaba de revelar un hecho que debe estremecer al país. Relató que en uno de sus viajes a Haití durante sus mandatos fue víctima de un ataque en el Palacio Presidencial con intenciones funestas. Dijo que se salvó casi de milagro y gracias a que sus vehículos eran blindados. Elogió la capacidad y tenacidad de los militares dominicanos que les sirvieron de escolta. También, a la propia policía haitiana y al MINUSTAH, organismos de seguridad que lograron sacarlo con vida del territorio haitiano.

“Yo llegué a Haití al día siguiente del terremoto. Llegué clandestinamente porque en la ocasión anterior hubo un atentado en mi contra”, expresó. “No le dimos mucha publicidad porque iba a exacerbar los ánimos y eso podía dar lugar a una confrontación”. “A la salida del Palacio haitiano había una multitud que nos esperaba con machetes y había en la esquina un vehículo que había sido incendiado para que no pudiéramos cruzar. Y cuando finalmente pudimos cruzar nos ametrallaron…por suerte nuestros vehículos estaban blindados…fue un momento de mucha tensión”.

Una acción de esa envergadura contra un mandatario extranjero es considerada en cualquier parte del mundo un “acto de declaración de guerra” que tendría consecuencias. Pero gracias a la prudencia mostrada por el exmandatario, esta situación no pasó a mayores.

Ahí se registró al margen de cualquier otra consideración, una típica manifestación de “resentimiento, algo sin parangón” contra un mandatario extranjero que realizó a ese país la generosa donación de una universidad.

En buen sureño, o en buen dominicano, se diría: “Eso no tuvo madre”. Con este lesivo acto se puso de manifiesto no solo el “resentimiento haitiano” sino también la falta de talante de su clase dominante que permitió atacar a un mandatario extranjero, con todo lo que eso pudo implicar. No sabría, o no sé, cómo explicar ese comportamiento: si un acto de ruindad, brutalidad, primitivismo, resentimiento o canibalismo porque, si de algo estoy seguro, es que no se trató de una expresión de un rito vudú.

Y dado que al parecer la situación con Haití ya no tiene vueltas atrás, me permito recordar que el calamitoso estado de nuestro vecino “nos obliga a gastar una buena parte del Presupuesto de la Nación” para salvaguardar la frontera, repatriar ilegales, dar atenciones a haitianas parturientas y asistencia médica a ilegales, recursos que podrían utilizarse en el desarrollo de obras en otros sectores del país, incluyendo la propia zona fronteriza.

Al final los culpables seremos nosotros

Según las partes interesadas que impulsan la migración de haitianos hacia nuestro territorio, “los culpables somos nosotros”. Y como tal, gestionan febrilmente todos sus contactos para que se nos condene en el plano internacional.

Todo –según parece- se ha hecho con miras a debilitar la posición del gobierno del presidente Luis Abinader, quien asumiendo una gran postura de defensa de la soberanía nacional, ha proclamado en varias oportunidades, que la solución del problema haitiano no está en República Dominicana.

Y eso lo saben los propiciadores de estos mal intencionados planes y sus quinta columnas locales. Pero no cejan en sus propósitos porque los fines se hacen cada vez más evidente, obligándonos a cargar con dicho problema aunque ello implique la desestabilización económica y social del país. No paran mientes aunque su actitud implique el mismo hundimiento de República Dominicana como nación.

Observo y sugiero a la vez otra óptica, la cual sería que, a pesar de todo, contribuyamos a que el pueblo haitiano logre su propio desarrollo en las áreas de la agricultura, turismo, minería y en sectores en los que hemos ido mejorando.

Pero estos sectores no quieren que nosotros ayudemos a Haití. Tienen sus propios planes.

Según los reportes históricos de Don Tomás Bobadilla, un insigne patricio que es parte íntima de la declaración de independencia nacional, y mucho después el profesor Juan Bosch, plantearon que el general Jean Pierre Boyer quería ocupar la parte española de la isla para repartirle tierras a altos militares haitianos.

Por tanto, los prohaitianos tienen que saber que si en esa época no fue posible, ahora si es verdad que ese desaguisado histórico no tiene cabida.

Deben entender la nueva realidad de RD

La nueva realidad dominicana deben entenderla no solo los haitianos sino también quienes los arrastran a un inevitable choque frontal con los dominicanos. En vista de lo planteado, trazaré algunas sugerencias con el deseo infinito de que, ojalá contribuyan a algunos entendimientos con la parte haitiana:

1) ¿Hay detrás de todo esto un interés por destruir la estabilidad económica de la parte dominicana de la isla? ¿Cómo se explica la sanción a la industria azucarera Central Romana que crea miles de empleos directos e indirectos en la región Este del país?

2) Considerar necesario –para prevenir un descalabro económico- que nos acerquemos vía diplomática a naciones que son nuestras socias económicas y que nos dan muestra fehaciente de amistad, de aprecio por encima de las relaciones, los intereses e intercambios económicos para explicar a estas cuál es la realidad a que nos enfrentamos y recabar su respaldo.

3) Prevenir cualquier interés de nuestros detractores para desestabilizar el país. Evitar “un cerco económico” –muy de moda en estos tiempos- que tienda a destruir el incipiente auge de nuestra economía. Buscar la manera inteligente de evitar que nuestros contradictores logren frenar el notable interés de capitales extranjeros de realizar grandes inversiones, incluso en la zona fronteriza del país. (Hay ejemplos desgarradores de planes destructores en países de Latinoamérica y el Caribe).

4) Debemos apostar pese a todo a la estabilidad de la situación en Haití y sobre esa base seguir propiciando el desarrollo haitiano, de manera que se pueda sostener la soberanía y respeto mutuo entre ambas naciones.

5) Conseguir que el Presidente Luis Abinader encabece un programa de propuestas públicas sobre la realización de programas de reforestación intensiva a ambos lados de las dos República. La medida expresaría “un gesto de buena voluntad” y ayudaría a frenar este flagelo a todo lo largo de la frontera, de manera que se logre revertir paulatinamente la grave situación de deforestación que afecta a esa parte de la isla.

Volvemos a recordar que: “En 1925, Haití tenía el 60 % de sus bosques originales destruidos, hoy en día la cifra es ya del 98 %, al haber sido utilizadas estas zonas para procurarse combustible de cocina, destruyendo además en este proceso multitud de suelos fértiles (Wikipedia)”.

En síntesis, se observa a legua que existen fuerzas oscuras que empujan a un agravamiento de las relaciones entre Haití y nuestro país. Vamos a revertir esa acción. No dejemos que se salgan con las suyas, que logren ejecutar sus macabros e ignominiosos planes.

*El autor es periodista.

ere.prensa@gmail.com

Emiliano Reyes
www.ereprensa.blogspot.com

SHARE