Cuento: *Sueño de enero lluvioso*

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Por Bayardo Quinto Núñez 

Era una tarde tierna, pero de lloviznas, y casi apareciendo el crepúsculo de ese día, tiempo, sucedió.

-Don Freddy no es consecuente con lo que habla-le expresaba Francisco a Humberto-.
-En él no hay correspondencia entre palabra y acción-replicó Humberto-.
-Fíjate, que lo vi, estaba en el parque central sentado con Danilo, en el cafetín de Baltazar-atacó Francisco-. Los amigos prosiguieron tomándose su taza de café con galletas y un suculento cigarrillo flameaba.

La llovizna, ahora era lluvia a raudales y con relámpagos desde el cielo. El crepúsculo  había desaparecido, era de noche y la lluvia no cesaba, mientras tanto, los amigos, llamaban que les sirvieran  otra taza  de café. De repente, cesó la lluvia  y como un apagón de luz todo quedó a oscuras, la luna no se veía, fue impacto de segundos y todo volvió  a la realidad. En ese impuse del tiempo, los presentes sólo se veían  de vista a vista, sin gesticular nada.

Cada uno, fue saliendo del cafetín, furtivamente sin gesticular nada de nada, como venados asustados, con su austera moral y regidores ojos desorbitados daban su primer váguido, y con movimientos inquietos como de demencia y toda la retahíla del momento era como un discurso mudo, que se va a escuchar, es improvisado, escrito con pluma ajena y elaborado desde hace muchos años.

Pero. Los amigos: Humberto y Francisco solamente caminaban para aislarse de ese lugar lóbrego y temerosos del ambiente que habían vivido en instantes de tiempo.

Sus rostros eran como aquel espejo del alma, se entendía en este caso,  que, su corazón ó alma expresaba, lo que sus bocas tenían que hacer, y era que estaban llenos de temor profundo. En ese momento que, se desplazaban bajo las sombras de los árboles del parque central, desde una rama y hojas se desprendieron varias gotas de agua de la lluvia que había cesado, y en el trayecto estas se unieron formando una gota no común cayéndole a Humberto en el centro de su cráneo, fue tanto el susto que se desmayó, entonces, su amigo Francisco lo auxilio hasta restituirle los sentidos.

-Hay mamita linda, yo creía que te habías muerto, tuviste un síntoma de ataque-le dijo Francisco a Humberto-.

-Gracias a Dios no. La sangre le hervía de indignación por semejante guasmazo y susto que había sufrido-le respondió Humberto-.

-Vamos de aquí que, todo esto está como embrujado, ni volvamos a venir a este parque porque sola cosas caras nos suceden. Recuerda que la otra vez se desprendió  un árbol y casi volando nos llegó  hasta nuestros pies, inquirió  Francisco-.

-Nos vamos a cambiar de parque, vamos a visitar a partir de mañana el parque de San Miguel,  ahí es más calmo, en este parque central los chismes corren como el agua y no vaya a ser salgamos involucrados en algo que ni sabemos nada-replicó Humberto-.

Los amigos acto seguido se carcajearon, era suficiente, pero no lo necesario, porque en la sinceridad no se puede ir más lejos que ella, pero la práctica, es la única consejera que puede dar crédito para poder devanar muchas o algunas ideas ilógicas taciturna o tímida, pero es. En pocas palabras, por todo el parque se percibía miradas desafiantes, pero lo importante para estos amigos era salir lo más antes posible.

El nudo que ambos amigos tenían en la garganta se le deshizo, como un punzante deseo, ante los velados ojos sibilinos de las otras personas, que entremezclaban las líneas equidistantes. Así, fueron desapareciendo del parque los amigos, y nunca jamás regresaron. En ese momento Humberto despertó del sueño que tuvo con su amigo.

Crédito del autor de este obra letrística. Bayardo Quinto Núñez, abogado y notario público, escritor, pintor  músico y columnista.

 

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