Ya asoma el 2022

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz

Dentro de poco llega un nuevo año, el 2022 está asomando ya un piececito por la puerta, y yo, sin embargo, llevo meses confundiéndome y pensando que el año que entra es el 2023. Puede que sea el estrés, las ganas de ver esta pandemia acabada… no lo sé, pero el caso es que me he comido inconscientemente un año, espero que no sea un mal presagio, porque, a pesar de no creer en el futuro, siempre tenemos esas ascuas de esperanza que nunca se apagan por muy mal que vayan las cosas.

Sí, la pesimista que está escribiendo esto, resulta que en el fondo espera que el año nuevo traiga cosas buenas. Siempre miramos atrás y hacemos recuento de todas las lágrimas, las sonrisas, los abrazos, los sueños rotos y los sueños cumplidos, hacemos recuento de los amigos, aquello que vienen, aquellos que se han ido, y aquellos que siempre estarán. Miramos al futuro con la esperanza de la persona que aún necesita cumplir muchos sueños, con la esperanza de que el año próximo esté lleno de nuevas oportunidades para una misma y para sus seres queridos.

Este año ha sido para mí como una montaña rusa, he fracasado en sueños que deseaba con todas mis fuerzas que salieran adelante, y, sin embargo, he cumplido sueños que no se hallaban en mi agenda. He conocido a gente maravillosa y he dicho adiós a otra gente que me ha aportado mucho pero que el destino ha decidido que nuestros caminos no debían seguir unidos.

Este año me he dado cuenta de lo mucho que admiro a mi hija, me he dado cuenta de que es más fuerte, madura, inteligente y bondadosa de lo que yo seré jamás. Pero también he visto un mundo aún más feo de lo que yo imaginaba, he visto un mundo lleno de hipocresía, de maldad… un mundo lleno de cobardes y cómplices, un mundo en el que se presume de lo que se tiene para que los demás no noten lo que les falta.

Por cierto, en este año que entra también voy a ser tita, mi primo va a ser papá por segunda vez, y esta vez mi cuñada va a traer a este mundo una preciosa niña. No os preocupéis, no me he confundido, he escrito bien lo de primo, él y yo nos hemos criado juntos y nos consideramos como hermanos, por eso para mis hijos y para los suyos, somos titos.

Ojalá este mundo mejore para acoger a ese bebé, ojalá siempre esté la luna para iluminar sus noches y las estrellas para guiarla en su camino.

Sí, de nuevo he vuelto a ser pesimista, pero es que ya estoy cansada de esta pandemia interminable, de toda esa gente a la que se debe sonreír sin ganas y de esa lucha constante por ver el mundo bonito mientras intentas reponerte de las caídas.

Este año ha tenido muchas cosas buenas también, una de ellas ha sido que gracias a mi amigo Carlos Jarquín se me abrieran las puertas de los periódicos de Latinoamérica y España. Me encanta saber que miles de lectores leen mis artículos, y, como no, me encanta dar consejos; que por algo se me llama la Dama consejera.

No sé si alguno de mis artículos habrá servido para que algún lector se haya identificado conmigo, no sé si mis artículos han dado qué pensar o simplemente han sacado una risa, lo que sé es que a mí me ha hecho feliz escribirlos, por eso, me gustaría dar las gracias a cada uno de los periódicos y revistas que me han acogido y me han dado voz en un mundo donde solo se gritan incoherencias cuando lo que se deben es susurrar verdades.

Puede que, con cada una de esas verdades que os he susurrado este año, haya construido un muro alrededor mío en el que no tengo que contar quién soy si no preguntan, porque mi voz llega a cada rincón del mundo sin tener que salir a la calle y gritarla.

Sí, mundo, esta soy yo, esto es lo que pienso, y quien desee conocerme tendrá que escuchar mis susurros, porque yo no grito, solo mis letras hacen justicia, y mi voz puede ser muy poderosa en los medios adecuados.

Gracias a todos los que han pasado este año por mi vida y me han aportado algo, y gracias a los que estaban y siguen estando.

Mi consejo: Si os caéis, levantaos, el suelo está muy frío.

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