La soledad de una Directora

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz

Cuando dices que eres directora de una revista, todo el mundo lo ve glamuroso, excitante, e importante, pero nadie sabe lo que se cuece en la cocina, ¿queréis pasar a mi cocina? Pues adelante, pero si queréis seguir pensando que esto es como la película del Diablo se viste de Prada, no sigáis leyendo, no me gustaría enseñaros esa realidad que nadie ve.

Bueno, si seguís aquí es porque os interesa saber cómo se siente una directora, así que me presentaré para los que aún no me conozcan; soy María Beatriz Muñoz Ruiz, escritora española, columnista internacional y directora de la revista cultural One Stop, claro que, también me ocupo del diseño, maquetación y márketing de la revista.

No me visto de Prada, no llevo traje de chaqueta ni tacones altos, y, por supuesto, no piso a las demás revistas para situar la mía a la cabeza.

Por otro lado, al ser digital me paso media mañana colgada al teléfono, con las redes sociales, y creando nuevo contenido tanto para la revista como para mis propias redes. Para mí, todos los que forman One stop son mi prioridad, pero siempre he tenido claro que los profesionales de cada departamento tienen prioridad dentro de su especialidad, entonces viene la parte complicada de mi trabajo; hacer caso de la opinión de esos profesionales y tomar decisiones. Un ejemplo de ello son mis correctores, si ellos me dicen que un artículo no debería salir, tomo nota y lo comunico al autor, ¿complicado? Sí, es muy difícil decirle a alguien que te ha enviado un artículo con la ilusión y el convencimiento de que está bien, que debe modificarlo si quiere que salga, o que lo debe alargar, acortar, o simplemente no puede salir porque ha roto las tres reglas básicas de One stop: No hablar de política, futbol, religión o temas que puedan fastidiar a nuestros lectores y poner muros u ofenderlos de alguna forma. Siempre es complicada esa parte, puesto que como se dice “nunca llueve a gusto de todos” pero se intenta. Mis correctores y correctoras son una de las piezas claves de One stop, confío en su criterio, pero la responsabilidad de la última decisión es mía. En ese momento, me siento sola en una cocina llena de ingredientes, una cocina que a veces está ordenada y otras se llena de caos, pero en la que siempre estoy sola, porque por mucha gente que forme esa gran familia, soy yo la que debe ir delante, liderando ese ejército que a veces supone una carga demasiado pesada. Muchas veces, cuando tengo una gran idea, agarro el teléfono para llamar a alguien y luego lo suelto, porque yo soy la que decido, porque cada cual tiene su cometido y el mío es el de tomar decisiones que pueden ser acertadas o no. Muchos diréis: no te quejes, si no te gusta, déjalo; y sí, tenéis razón, pero os equivocáis, me encanta lo que hago, me encanta conocer a gente de todo el mundo, adoro adoptar palabras típicas de México, Argentina, Costa Rica… me encanta poder escribir mensajes a las dos de la madrugada y saber que no importa porque la diferencia horaria hace que allí sea una hora prudencial, y me encanta el momento en el que sale mi revista publicada y veo que todo el esfuerzo ha valido la pena, me encanta que los lectores me digan que les ha encantado y me siento feliz con el simple hecho de hacer que la gente lea un poquito y comprenda que detrás de esos artículos hay escritores que le han regalado sus letras y su tiempo a los lectores de One stop.

Este trabajo es muy ingrato, y si seguimos ahí es por el amor a las letras, así que siempre que echéis un vistazo a un periódico o revista, recordad el trabajo que hay tras esas páginas, porque, como dice mi amigo Carlos, los artículos no los hacen máquinas, los hacen personas que dedican su tiempo a la cultura.

Doy gracias por haber tenido la oportunidad de haber trabajado con gente que me ha enseñado, apoyado y aportado mucho, algunos siguen en One stop y otros no, porque la vida es como un tren en el que te subes sin saber cuándo bajarás. La experiencia me ha enseñado a dar la bienvenida y decir adiós, siempre desde el agradecimiento y el respeto, porque nada es eterno y el universo es un engranaje perfecto que nos guía, aunque no entendamos sus decisiones.

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