Se hace más que notoria, la inclinación de una gran parte de la ciudadanía aquí, por ir a sufragar cada cuatrienio, en procura de sembrar supuestos “árboles frondosos”, que aparentan, pero que en realidad no lo son; como, tampoco sus ramas más cercanas exhibibles, para que ofrezcan agradables sombras sobre los destinos del país.
Esa siembra, que de ordinario se torna fallida, se hace en Dominicana al término de cada cuatro años, en que son celebrados los procesos electivos de los políticos del patio, en procura de las reivindicaciones deseadas.
Se aspira a que los mismos, en su conjunto, proporcionen mayores grados de paz y sosiego a la gente nuestra, en términos políticos, sociales y económicos.
Pero, las esperanzas cifradas en esos ordenes por parte de la población, quedan siempre truncadas, como producto de las malas escogencias acostumbradas en las urnas, a pesar de los pesares; no obstante, los creídos esfuerzos por cambiar de “jinetes”. Y es que, ¡no se recapacita!, como es bien sabido, en torno a las elecciones más aconsejables.
Por tanto, los fuertes rayos solares que aquí inciden, seguirán pulverizando las expectativas creadas en cada ocasión, por los tantos ingenuos que se gasta la República; que prosiguen sin detenerse a pensar en los inciertos derroteros que asechan.
Esa que intitula, es la gran pregunta que un grupo de los hombres algo pensante, de esos que aún quedan en esta República de ordinario se hacen, cuando reparan en determinados comportamientos impropios ciudadanos que se observan entre nosotros con regularidad, en esa línea de acción de que se trata.
Y, la verdad es que, un buen segmento de los dominicanos luce hoy como seres masoquistas; carentes de sensibilidad patriótica; y, ajenos al porvenir de las nuevas generaciones; que, obviamente, habrán de incluir a muchos de los descendientes de los que en el presente así se muestran.
Lamentable, tener que decir eso. Pero, es la cruda realidad, puesta más que en evidencia, desde hace años en este país; y, que bien queda al descubierto, cuando este pueblo se inclina cada cuatrienio por estar respaldando a los mismos actores políticos de siempre, más que cuestionables en su accionar.
A esos que lo han estado regenteando durante décadas, y que solo tienen más de lo mismo que ofrecer; que recurren a iguales retoricas electoreras; a posverdades; y, embaucamientos premeditados, etc. Que repiten películas similares en cada ocasión, y los espectadores siempre retornan.
Que solo procuran proseguir endeudando el país hasta la coronilla, de común justificando esa práctica malsana; hipotecar más la soberanía nacional; imponer gravosos tributos a la población; defender los intereses de los poderosos grupos económicos que financian las campañas políticas; y, seguir” engordando” los gobernantes de turno, conjuntamente con los séquitos acompañantes, sus cajas de caudales, entre otras cosas.
En consecuencia, hay que preguntarse en segundo orden, ¿qué pasará después? ¡Eso poco les importa a tales “magnates”! ¿Tampoco, cómo enfrentaran las nuevas generaciones los desastrosos legados que se les deje? ¿Con qué recursos se podrá contar mañana para honrar la abultada cadena de empréstitos concertados con el exterior?
Son preguntas esas que no mueven a preocupación alguna dentro la clase política nacional, y, menos en el grueso de la sociedad dominicana en general, que no recapacita, vale reiterar; que se muestra como dopada.
Por tal razón es que, se continúa aupando, y favoreciendo electoralmente a tantos desaprensivos y corruptos políticos que entre nosotros se tienen; a descarados inversionistas dentro de género, en su mayoría, que solo procuran ir al poder en busca de cuartos para ellos; como, en favor de los grupos respaldantes, que patrocinan sus campañas electorales. Jamás pensando ninguno de esos, en trabajar para el bienestar y desarrollo de país.
No obstante, este pueblo sigue roncando, y dejándose embaucar siempre. Son estas circunstancias condicionantes, las que, evidentemente, vienen a confirmar una vez más, la máxima sociológica aquella que reza: “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”.
Por tanto, las quejas con respecto a los males presentes que agobian; las incertidumbres ciudadanas, innegables a todas luces; como, las calamidades futuras que se advierten, casi seguras, a nadie le aguan la fiesta en esta sociedad de masoquistas; de gente que se deja mofar con facilidad extrema.
Preciso es destacar que, si en verdad, este pueblo anduviera detrás de las reivindicaciones que ya urgen, preciso es de decir que, aquí todavía quedan hombres serios y capaces para ser elegidos, qué bien podrían hacer mucho por este país en el orden político, con extensión beneficiosa futura amplia, hasta las nuevas generaciones; y, aligerarles la pesada carga que tendrán que soportar mañana sobre sus hombros.
Pero, de lanzarse aquellos ciudadanos honrados, pulcros y capaces, a la actividad política nacional, difícilmente, esos logren el favor del electorado en su conjunto, al momento de sufragar; por no estar dispuestos a comprar la consciencia de ningún ciudadano, con “un pica pollo”, o la entrega de RD$500, emulando a la desacreditada “estirpe” política nacional de los últimos años en Dominicana.
Es obvio que, no estarían en disposición por demás, de ir a codearse, y pactar acuerdos de aposento con muchas de esas “lacras” que militan en la partidocracia nacional, bastante conocidas por todos aquí, y que siempre están vigentes, pese sus tantas fechorías, en perjuicio del país.
¿Hasta cuándo serán los desatinos de los ciudadanos dominicanos, en el tenor de lo abordado aquí? ¡Ojalá que gran tiempo no falte, para que se recapacite como es debido!
Autor: Rolando Fernández