Por Bayardo Quinto Núñez
Estaré delirando o soñando
Maritza se tomaba un refresco, en un cafetín, llamó a la mesera, pagó, y al momento de salir, como una culebrita sonrió estirando su mano izquierda, para recoger algo que estaba en el piso, era una cartera masculina, y como su dueño se encontraba ahí, se la entregó.
-Muchas gracias, no sabe cuánto le agradezco-le dijo el dueño de la cartera-.
-¿De dónde es usted señorita? E iniciaron una conversación entretenida, llena de mucho humor y y amistad a primera vista.
-Se comentaban entre ambos: que habían viajado y sufrido mucho, y que ello, les había otorgado innumerables experiencias.
Antes de despedirse, el propietario de la cartera, le prometió saludarle la próxima vez que le viera, y si gustaba tomarse otro té mientras continuaban charlando.
-No hay ningún problema-respondió-,pero de pronto ella volvió la cabeza atrás, se estaba colocando furtivamente y cuidadosamente, sobre su hombro un pañuelo, sin duda para intentar capturar durante unos minutos el amplio pozo de su soledad. En ese preciso instantes el dueño de la cartera no vio el pañuelo, Maritza ya no estaba, Ramiro, el dueño de la cartera, pensó: estaré soñando o delirando sólo sé que vi una realidad, que importa lo que sea, la vida continua.
Estampa femenina, soy débil
Toc, toc, toc, tocaba a la puerta, al son de la dulzura de un rostro extra fino que apareció en el dintel de la puerta de una casa antigua muy hermosa, y la estampa femenina que engalanaba la hermosa casa.
-¿Por qué me mentiste?- preguntó la estruendosa dama-.
-¿Por qué me llenas de vergüenza?-contestó su esposo-.
-Es que soy débil-señaló la esposa-. Confesando que había vengado una ofensa.
-Me engañas con el sordo, mudo y ciego-ripostó el esposo-.
-¿Qué hago?-se preguntaba la esposa-. Así pernoctó durante toda su vida, cargando al sordo, ciego y mudo.
-El esposo, en su mente-se decía-,ni modo, ni ve, ni oye ni entiende, pero.
El jardinero, y el espíritu
Inicio Mauricio a trabajar en el cementerio, a los pocos días se fijó, que muy poco visitaban el cementerio, pero un día llegó una joven qué visitaba todos los días el lugar, para llevarle rosas rojas a los difuntos que allí reposaban, nunca visitaba dos veces la misma tumba, las veces que llegaba visitaba una tumba distinta, era todo un misterio que asustaba y sembraba terror al jardinero del cementerio.
Un día, de mucho calor mientras limpiaba Mauricio la reverdecida grama del cementerio, la joven llegó con sus rosas, se sentó en la tumba que estaba justo al lado de Mauricio, aprovechando la situación, le preguntó: usted ha perdido muchos familiares o personas queridas.
-No-respondió la dama-
-¿Por qué viene al cementerio a visitar una tumba diferente cada día?-siguió preguntando Mauricio-.
-Porque me gusta escuchar las voces de los finados, puedo hablar con los que se encuentran en el más allá, es por eso que todos los días visito una tumba diferente, para escucharlos, todos estos muertos tienen para contar siempre algo, todos tienen una historia diferente e interesante-respondió-la joven.
-Ah, bueno, entonces, siga escuchando sus historias, hasta luego-le dijo el jardinero-.
A los días el pobre Mauricio, asustado y con tremendo terror renunció a su trabajo, y juró no trabajar más nunca en un cementerio y se preguntaba con tremendo terror: "que la joven era alguien que había fallecido, y su espíritu merodeaba el cementerio".
Acerca del autor de estos minicuentos:
Bayardo Quinto Núñez, Abogado y Notario Público, Escritor, Pintor y Músico, seudónimo Bayquinú
correo: tac_tictac@yahoo.com