Cuando Mora Malú me inspiró

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz

Alguna vez me han preguntado en entrevistas, sobre los correctores, yo sinceramente adoro a mis correctoras de la revista y venero sobre todo a la correctora personal de mis obras. El problema que hay en el mundo literario, es que los escritores se creen tan sumamente perfectos e inteligentes que no se dejan aconsejar por sus correctores, por lo que la mayoría de las veces, los correctores se sienten con las manos tan atadas que no pueden hacer su trabajo como les gustaría. Yo he tenido la suerte de saber dónde está mi lugar, de ser consciente de que mis correctoras son mi salvavidas, pero, sobre todo, he tenido la suerte de conocer a correctoras maravillosas.

Los correctores tienen toda mi admiración, ya que cuando la gente lee una novela, siempre alaba al escritor, pero nunca ve el trabajo que hay detrás de esa obra, ese ser anónimo que le ha dado la calidad que el lector merece, así que, si te hacen una, dos, tres, o mil críticas, acéptalas, incluso si tu corrector te amenaza si no dejas a La Dama consejera encerrada cuando escribas ficción, acéptalo y pon un foso de pirañas para que no salga.

Esto último os ha podido sonar extraño, pero es que la relación que tengo con mi correctora Mora Malú es muy particular, aparte de ser mi correctora, es mi amiga, confío en su criterio, y aunque proteste cuando me hace algunas críticas, sé que le tengo que hacer caso.

Mi nueva obra le ha dado muchos quebraderos de cabeza, la he vuelto loca, esta última obra no se parece a ninguna de las anteriores, está escrita bajo el seudónimo de La Dama oscura, y se trata de un trabajo de investigación dando como resultado un pequeño Libro de las sombras.

Cuando Mora se encontró con mi obra, “Cuando Hekate me inspiró”, no sabía por dónde empezar, no tenía claro donde ubicarla, era tan sumamente extraña que me llamó para saber qué era lo que quería trasmitir con mi obra.

Y no os podéis imaginar lo desveladora que puede ser una conversación con tu correctora, muchas veces nos miramos al espejo y nos vemos perfectas, otras, nos vemos horrendas, pero esa es nuestra realidad, la verdadera realidad está en quién te mira objetivamente desde fuera y te enseña lo que haces cuando escribes. ¿Sabéis lo que he descubierto? Qué soy tan unicornio que cuando describo en la ficción algo malo, terrorífico o desagradable, siempre intento endulzarlo o suavizarlo, por eso nunca escribo novelas de terror. También he descubierto, que en los artículos de opinión puedo dejar libre a mi Dama consejera, pero en la ficción…eso ya es otra cosa, le he prometido a mi perversa y adorable correctora Mora Malú, que cuando escriba ficción dejaré a mi Dama consejera encerrada, amordazada y en silencio. En el instante en el que realizaba mi promesa, tuve que interrumpir mi audio para enviarle el siguiente audio “Perdona, Mora, es que ha llegado mi marido chorreando sangre por la frente, estaba jugando con mi hijo al baloncesto y se ha dado con una rama y se ha arañado entero, parece que ha sido atacado por Freddy krueger, pero no pasa nada, se está curando, han sido solo unos arañazos”

Cuando todo el incidente pasó, volvimos a hablar, y Mora no pudo evitar reírse mientras me aseguraba que incluso en la vida real, trataba de pintar con arcoíris una escena desagradable. En ese momento me di cuenta de porqué escribo novelas románticas; todos mis finales son felices, es más, incluso cuando tengo que matar a algún personaje, no puedo evitar llorar.

Tengo que asumirlo, si soy oscura, intento explicar que no es tan mala la oscuridad, si pongo algo perverso en mis obras, siempre termino justificando la acción y suavizándola, dentro de poco, en vez de llamarme La Dama oscura, me van a llamar La Dama arcoíris.

Pero esta soy yo, con miles de personalidades que luchan entre ellas e intentan torturar a mi correctora para hacerle la vida complicada y entretenida de más.

Este artículo comenzó con la idea de ser un artículo cómico, pero al final simplemente no he podido evitar que sea un artículo de agradecimiento a todos esos correctores en la sombra, que hacen de nuestras obras las más hermosas joyas, porque siempre hay alguien que pule los diamantes antes de adornar un anillo, y esos son los correctores.

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