Ansiedad, temida ansiedad

247

Por María Beatriz Muñoz Ruiz

Lo he intentado, juro que lo intenté, intenté verlo todo positivamente, intenté alejarme de cualquier pensamiento negativo, pero en mi cabeza solo deseaba escapar. Sentía dolor, pero no dolor físico, sino mental, mi corazón se aceleraba con cada pensamiento, pero aprendí a controlarlo, le puse cadenas para que no se acelerase y lo dormí.

Cuando las lágrimas afloraban a mis ojos, yo respiraba y me paseaba de un lado a otro para no dejarles salir, entonces las lágrimas volvían a dentro, pero siempre dejaban un rastro que intentaba borrar y olvidar, pero a pesar de volver a tragarme las lágrimas, éstas no se diluyen ni desaparecen, viajan a un pequeño rinconcito que inunda gota a gota tu interior.

Pero la habitación termina irremediablemente inundándose, y empiezas a ahogarte, sabes que te ahogas y sin embargo, sigues intentando no hacerlo.

A partir de ahí, tu cuerpo no es tuyo, no responde, y tu mente comienza a entrar en bucle. No escuchas a nadie ni ves a nadie, las voces de los que te quieren son ecos lejanos que no te convencen porque solo escuchas a tu mente machacarte una y otra vez diciéndote lo poco que vales, recordándote tus fracasos y haciendo que te sientas aún más perdida y más desgraciada.

Cada vez te ahogas más profundamente, no puedes respirar, toses intentando coger aire, pero no sirve de nada, es como si por mucho que quisieras llenar tus pulmones el aire que entra es como si no entrara, te desesperas aún más por la falta de oxígeno, que, parte de tu mente lúcida te dice que si te relajas el oxígeno entrará, pero no te relajas por muy consciente que seas de ello, porque te ahogas, tus manos comienzan a dormirse y tus piernas se vuelven débiles y no aguantan tu peso, tienes calor, mucho calor, sales fuera intentando que tus pulmones capturen el aire fresco que te permita seguir respirando, pero no funciona. Te sientas en el suelo porque no puedes más, pero tu cuerpo no deja de temblar y moverse hacia delante y atrás nervioso con la intención de relajarse.

Sientes como si tuvieras en tu interior un pajarillo nervioso que desea salir y no encuentra la salida, no deja de volar chocando contra todas las paredes.

En ese momento, te tomas una pastilla para calmarte y te hacen beber un poco de agua, al rato tu respiración se hace más lenta, sigue doliendo el pecho como si alguien te hubiera golpeado con furia, pero a pesar de seguir corriendo las lágrimas por tu rostro, tus manos dejan de hormiguear y el oxígeno empieza a entrar tímidamente en tus pulmones.

Para los demás todo ha terminado ahí, pero para ti aún no ha terminado, y tu goteo interior comienza una nueva cuenta atrás, una cuenta atrás que, aunque vuelva a empezar desde cero, irá poco a poco sumando, como si fuera un león que araña las paredes de tu cuerpo día tras día hasta que un día te desgarra, solo vives con la esperanza de que ese león no termine algún día por devorarte.

No te entienden, pero es comprensible, ni tú llegas a entenderte, así que no puedes juzgar a los que no te entienden porque me juzgaría a mí misma.

SHARE