Recordar con mucho amor; y, dirigir hermosos pensamientos

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Hasta en los momentos en los que tocan los despidos correspondientes a las entidades espirituales encarnadas en el orbe terrenal, luego de concluir por lo regular con la misión divina asignada, y las conquistas kármicas debidas, salvo otras circunstancias que provoquen, los aprestos de ostentación entre los deudos, obviamente – los cadáveres, inertes por supuesto, no ven -, tampoco dejan de cesar

En ese tenor, se pueden observar los funerales “rompe ojos”, desde las capillas de exposición de los bagazos carnales despojados, hasta la última morada, en que descansarán, y al mismo tiempo se convertirán en polvo: lujosas tumbas, palacetes faraónicos, etc., en vistosas áreas dentro de los camposantos seleccionados.

Objetivo obvio que se advierte a ese respecto; decir “qué, nosotros podemos, y otros no”. Qué más podría ser, luego de que concluye una corriente de vida terrenal; y, que sobre la misma se desconocen, en el ámbito humano, los resultados logrados, en términos de la evolución espiritual requerida durante ese tramo transitorio de manifestación concluido en el plano físico de la materia.

Es fuera de ese, donde están los evaluadores correspondientes, que son quienes se encargarán de determinar qué se hizo, o se dejó de hacer en tal orden, según el proyecto previo aceptado por el espíritu que encarnara, y acaba de partir, (primera fase del libre albedrio), relativo a la inmersión en el plano de aprendizaje terreno, a los fines de seguir avanzando en el sendero evolutivo.

  • Por lo expuesto más arriba, un pensar reflexivo por parte de los hombres debería ser que, esos restos mortales que se trata de honrar póstumamente, ya no sienten, ni ven, como tampoco padecen; y, que solamente necesitan de un espacio para ser depositados; que cuánto se pueda hacer en términos de reconocimientos presenciales, menciones “loatorias” acostumbradas, y demás actos fúnebres que se estilan: escogencia de suntuosos ataúdes, lujosas sepulturas, lindos “coronajes”, etc., que se creen merecidos, “vanidad de vanidades”, solo satisfacen las curiosidades de la sociedad circundante; el que se vea que se puede. Aunque muchos crean que sí, ningún reconocimiento terrenal a los llamados “muertos” reviste una gran importancia.

Ahora, donde sí de seguro habrá reconocimientos, como valoración, según los que saben, es fuera del plano terrenal, en el mundo espiritual, cuando se r3visen las actitudes y los comportamientos asumidos por esa alma;   aquilatando lo hecho, y tomando en consideración lo que no se produjo, por parte de aquellos que pre-diseñaron la corriente de vida que acaba de concluir, cuyos mandatos y circunstancias programados fueron aceptados por el espíritu antes de encarnar (primera parte del llamado libre albedrio. La segunda corresponde a cuando ya se está en la encarnación.

Luego, solamente las entidades espirituales que se retiran de la Tierra. son las llamadas a ser objeto de lo loable, o no; y, no es en el plano terrenal, precisamente; pues, cadáveres, eso son y nada más. Todo debe provenir de los que evalúan a posteriori, cabe reiterar, en el nivel de conciencia superior, inmediatamente destino de los que marchan. – ¡Espero se entienda!

Cuando una entidad espiritual encarnada le llega el momento de despojarse del templo físico carnal que ya no necesita para manifestarse dentro de la especie humana, en el mundo de los hombres (general); que concluye el último viaje emprendido hacia la Tierra, y debe regresar a su verdadera casa, no necesita de ningún aparataje lujoso mortuorio; sí que le ayuden a liberarse de las amarras que le puedan estar atando a la Tierra aún, para que no entorpezcan en su sendero rápido de retorno.

Luego, cuando cualquier persona pensante, de esas que osan investigar sobre la intrincada temática de lo esotérico-espiritual, repara con atención sobre esos rituales funerarios ostentosos, de inmediato llegan a su mente las palabras del predicador, Eclesiastés, Sagrada Biblia, que nunca se deben olvidar: “Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu”.

Y, hasta un fragmento de un canto popular de origen dominicano, vocalizado por alguien que acaba de partir de la Tierra, el caballo mayor, Ventura.: “Y en la tumba solo el esqueleto, que no habla, pero dice, toda, toda la verdad”.

¿Cuál verdad, entendemos nosotros? La indicación del residuo final igualitario de todos los humanos, cuando ya el Hombre, (general), dejó este mundo. La muestra del “varillaje, ya sin acero”, en que se sustentó la economía física para expresión, sujeto a convertirse en polvo, y desaparecer para siempre.

Entonces, ¿cuál sería el mejor regalo a otorgar a un ser querido bien cercano, o alguien estimado, que se ausenta, principalmente, tan pronto se parte de este plano terrenal?

Nada de ostentaciones, ni satisfacciones de carácter social, “rompe ojos”. Si el recordarlo siempre, con mucho amor, y dirigirle hermosos pensamientos, repletos de todos de los momentos agradables compartidos, mientras permaneció aquel en el orbe del mundo.

Autor: Rolando Fernández

 

www.rfcaminemos.wordpress.com

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