Los que falsifican la firma del Presidente

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Por Neo Carmona

Presidente Luis Abinader
Al ser Luis Abinader un empresario, y junto a su familia dueño de una universidad privada, lo más lógico que se me hizo pensar fue que una vez siendo presidente de la República, este no estaría interesado en que la Universidad Autónoma de Santo Domingo se desarrollara. En mi última convicción, me hice a la idea de que bajo su administración el apoyo del gobierno a la UASD sería el mínimo, por no decir ninguno. O peor aún, que favorecería su negocio en la educación privada por encima de la responsabilidad del Estado de financiar la educación pública y propiciarla de calidad.

Para mi sorpresa, lo admito, tres días antes de su juramentación, el entonces presidente electo Luis Abinader se reunió con nuestra rectora la doctora Emma Polanco Melo y no solo le manifestó su respeto y admiración por la Universidad Primada de América, de la que su padre José Rafael Abinader fue vicerrector administrativo y miembro importante del Glorioso Movimiento Renovador, sino que se comprometió a que en su gestión la academia sería una de sus prioridades.

Pero Luis Abinader estaba muy lejos de dejar de sorprenderme en su relación con la UASD. Y marcando un precedente inédito en la historia, tan solo unos días después de ser investido Presidente Constitucional de la República vendría con los principales funcionarios del gobierno a reunirse con nuestra rectora y el Consejo Universitario. Y no vendría con las manos vacías sino con 234.5 millones de pesos asignados en partida especial a la academia como apoyo logístico y financiero para el desarrollo y finalización efectiva del año académico, en pleno auge de la pandemia provocada por el COVID-19 y totalmente llevado a cabo en la modalidad virtual.

Al mismo tiempo, el respaldo a la universidad estatal no sería solo económico sino también moral, después de años de gobiernos que marginaron el rol de la UASD como conciencia crítica de la nación, con el presidente Luis Abinader en el gobierno nuestra institución empezó a ser respetada, incluso consultada en la toma de las decisiones más trascendentales de la educación, la salud, la economía y el país.

El mensaje del presidente había sido contundente: La universidad contaría con su apoyo y del gobierno. Y ese apoyo sería institucional: en la mejora de sus procesos académicos, administrativos, servicios estudiantiles, investigaciones, infraestructuras pertinentes, calidad educativa, así como mejores condiciones de vida y de trabajo para el personal docente y administrativo.

Pero, por si las dudas, de acuerdo a las informaciones de la más absoluta credibilidad que poseemos, el presidente habría dejado bien claro a su equipo de asistentes y ministros de las más íntima confianza vinculados al quehacer político de la UASD, a pesar de que les reconocía el derecho de cada uno a tener simpatías por uno y otro candidato a la rectoría de la academia en las elecciones del próximo año, que él no iba a inmiscuirse en los procesos internos de la UASD, mucho menos iba a utilizar el poder y los recursos del Estado para imponer un candidato. Él seguiría apoyando a la UASD en su avance institucional, como parte de la responsabilidad y compromiso del gobierno y de él mismo como mandatario. Por lo cual les habría exhortado tanto a no interferir en el proceso como de hacerlo en nombre de él o del gobierno. Más, como el poder obnubila, las palabras del presidente cayeron en oídos sordos. Y el chantaje politiquero, comprometiendo directamente al jefe del Estado, no ha hecho sino intensificarse.

A los profesores, profesoras, empleados y empleadas que han sido nombrados y nombradas por el presidente en alguna función pública, estos amigos nuestros les dicen que ese nombramiento es para que apoyen “a su candidato a la rectoría de la UASD” y no que sea fruto de su trabajo, preparación y experiencia. Lo mismo se les dice a quiénes del gobierno anterior permanecen en sus cargos. Y los nombramientos que se ofrecen en el Estado a nombre del propio presidente Luis Abinader para que apoyen “a su candidato a la rectoría”, dan para llenar varios de los ministerios más numerosos. En sentido contrario, las cancelaciones con las que se amenazan los dejarían vacíos. Del mismo modo, se ofrecen otros beneficios como becas, contratas, preferencia en licitaciones y hasta exenciones de impuestos, comprometiendo así la institucionalidad del Estado en favor intereses personales totalmente incompatibles con el beneficio del más importante patrimonio cultural que tiene la sociedad dominicana, nuestra universidad.

El presidente Abinader, que ha demostrado un interés real en la educación superior pública de calidad y a la vanguardia, así como en el avance de la Universidad Primada de América y bienestar de la familia universitaria, no se merece que funcionarios de su más estrecha confianza y cercanía, contrario a su determinación en hacer una gestión de Cambio para el país, comprometan su nombre y la institucionalidad del gobierno en favor de una propuesta rectoral que por demás no tiene vocación ni visión académica, sin logros importantes que exhibir durante el paso por la gerencia universitaria de sus protagonistas y que, con la improvisación que les ha caracterizado siempre, no harían más que echar por tierra las iniciativas del presidente en favor de una universidad de calidad para el servicio de todos y todas, orgullo de la sociedad dominicana y de su propio gobierno que la viene apoyando, inclusive desde antes de su juramentación como tal.

Por suerte, como dice mi amigo Pablo Valdez, que además es nuestro vicerrector administrativo: “La Universidad es otra cosa”. La comunidad académica no permitirá que el chantaje politiquero asalte el presente y mejor futuro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Tampoco lo permitirá el propio Presidente.

El autor es servidor universitario

Neo Carmona

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