¡Imposiciones no, concienciar sí!

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Es lo que de ordinario bien procede.  Pues, de más es sabido que, cuando a las personas se les trata de imponer las cosas, difícil es que nada favorable se pueda lograr; máxime, cuando se está en medio de sociedades inconscientes de sus realidades, como es la dominicana; y, siendo esa condición por supuesto, la que más predomine entre los seres objeto dentro de cualquier conglomerado.

Los referentes negativos que preceden en tal sentido, relacionados ahora con las medidas estatales aquí – Dominicana -, en contra de la crisis sanitaria actual: pandemia del COVID-19, son diversos; por lo que no sería osado pensar en que todas las previsiones que el gobierno hoy pretende imponer de manera forzosa en extremo a la población, para combatir el referido virus, no surtirán los efectos esperados. Los humanos siempre reaccionan en contra de las imposiciones, sin importar cuáles sean los reales motivos que impulsen a las mismas.

En esta oportunidad, a pesar de lo delicado de la problemática sanitaria en curso, bastante grave, por cierto, es previsible que, tampoco se obtenga gran cosa con la imposición de las medidas de prevención a que se está, acudiendo.

Son muchas las personas en esta nación que están reacias al acatamiento pleno de las mismas, incluyendo la importante vacunación, considerada como la principal alternativa para el cuidado de la gente.

Entre esas están, por ejemplo, el fastidioso “toque de queda, con el que, en realidad, visto objetivamente, muy poco se podrán evitar los contagios derivados, in crescendo cada vez, como las subsiguientes defunciones que se vienen verificando.

La gente está desobedeciendo alegremente el mismo, por varias razones fundamentales, según se infiere Primero, por eso de estar en contra de toda imposición; segundo, porque desconoce los peligros reales que corre; y tercero, debido al cansancio, revestido de ansiedad, como de los estados depresivos que está provocando el confinamiento seguido en las casas.

Pero, además, hay otra causa muy ponderable, y que quizás hasta induzca a estar en parte de acuerdo con los que se niegan a observar la medida  del toque de queda, principalmente, y es el pensar que se tiene en el sentido de que, para qué sirven los encierros nocturnos, cuando la movilidad diurna de personas, como el no uso de mascarillas, y el mismo distanciamiento social, son de las cosas  que menos se controlan durante las horas del día; incluso, a nivel de los medios de transporte público, carros, guaguas del concho, y el metro (vagones).

En consecuencia, lo que más procedería es procurar la sólida concienciación de la población sobre los riesgos probables que acarrean las inobservancias alegres a las medidas precautorias recomendadas; pero, sin obligar a nadie de manera directa, a que se acoja a esas.

En sustitución, y por la negativa tozuda evidenciada, como el evitar la retransmisión posible del mal en lugares de mucha afluencia de personas, sí que se podría optar   por otros medios de carácter compulsivo, como lo sería, entre otros, la imposibilidad de no poder entrar a determinados sitios, sin presentar la tarjeta de vacunación, u observar el uso de la mascarilla.

Por tanto, y siguiendo con el no caso a las medidas dispuestas por las autoridades, que se elimine ese “juego del toque de queda”; y, que cada cual asuma durante las noches, y días, por consiguiente, la responsabilidad debida con respecto a su salud, como la de su familia

Y, el que no quiera obtemperar frente a lo estatal mandado, ni a lo personal que corresponda, que se atenga después a las consecuencias, Que, cuando “el diablo llegue”, y no se encuentre capacidad física clínica-hospitalaria, como la asistencia facultativa requerida, por los desbordamientos que se esperan, de continuar expandiéndose la crisis sanitaria aludida, ya sabrá qué hacer.

Que tampoco se comience a invocar a Dios, como de ordinario se escucha siempre, cuando se tiene el agua al cuello, tal se dice, para que lo rescate; y, mucho menos, a echarle la culpa a la mala suerte, sabiéndose que la causa fundamental de su desagraciada ha sido la desobediencia a lo debido; y, la satisfacción sin control de los placeres mundanos. Por ejemplo, las asistencias masivas a los famosos “teteos”.

A los tozudos, hay que dejarlos tropezar muchas veces, para concienciación propia; y, que, además, los frutos negativos que recojan sirvan de ejemplo a quienes les traten de emular.

Lamentable, en casos como este que nos ocupa, es que, aquellos qué sí procuran cuidarse resulten no obstante afectados, debido a las incomprensiones ajenas; que no cabe duda, se reportan más que deleznables.

En este sentido último, la concienciación a la ciudadanía también resulta bastante necesaria. Claro, se hace más difícil aun el intento, pero se puede. ¿Cómo procurarla? ¡Tarea para los pensantes!

Autor: Rolando Fernández

 

www.frcaminemos.wordpress.com

 

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