Inmigrantes somos, y cargamos el peso de la realidad

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Por Fabio Mendoza Obando

Inmigrantes, exiliados y refugiados uno somos, los mismos, cargamos la misma sombra endémica del pasado, nos enfrentamos a las asonancias híbridas de los desafíos. Hemos dejado la Patria,  han quedado atrás nuestros hogares llenos de esperanza con la promesa del regreso a cuestas, llenos de miedo y como   guía nos conduce el instinto de supervivencia. No estamos acá por placer, sino porque hemos estado atrapados por la vorágine de la pobreza, el mal gobierno, las necesidades básicas, las oportunidades que se esfumaron cuya única salida  es huir  hacia adelante. Hemos sido marcados de antaño por el hambre, la corrupción e incontables dictaduras.

Se abandona todo, la familia, el terruño y se parte a la conquista. La propia tierra se convierte en el paraíso perdido, el sitio imaginario, en un aura de nostalgia impertinente de desvelo, y acostumbrarme a vivir de manera especial el remanso de soledades encendidas. Llegué a una nueva tierra, que es la que me dará cobija de forma  momentánea, hará un poco de madrastra, me he dejado adoptar como si me estaba esperando.

Y el poema que suena mientras doy inhóspitos pasos al cruzar la frontera.  A veces soy la vida, también la muerte: unas veces, espectro del miedo, sombra sigilosa de la noche, doy pasos furtivos en el alba, mis ojos alucinados y súbitos se alzan al horizonte con sed de libertad. Como duele dejar la Patria, se siente el corazón salpicado y los sentimientos destrozados que ni llorar podemos. Todo se queda, hasta por un momento los sueños se truncan en la debilidad de los ánimos y los anhelos se vuelven piel de acero.

Llegamos a otras tierras como encendidas luciérnagas en la noche, en el anonimato y en silencio, a empezar, a caminar sin brújula que nos indique la dirección correcta, vamos haciendo camino a pasos lentos y corazón acelerado. Con la fe y la esperanza como estandarte de lucha, una convicción espiritual de seguir a pesar del tenebroso presente, el añorado encuentro otra vez del regreso que no se pierde de vista. La nostalgia ingenua la voraz compañera de imprescindible apego en el vaivén diario de noches friolentas y días soleados.

Al cruzar la frontera prodigamos, cantan los pasos en la víspera invisible del camino, dejando indómitas huellas descoloridas al pasar, rompiendo la advertencia evocadora de la encendida condena de los candados de la frontera. Al fin pasamos, cueste lo que cueste. Ese miedo como viento avasallador en el desconcierto del furor insano de llamarme migrante.

Ahora qué nos enfrentamos a la carencia en todo su esplendor, por ahí me ataja la xenofobia, la evado y pega golpes bajos. Somos cuerpos con alma ardorosa en la travesía lluviosa de la noche, voces pegando gritos silenciosos para surcar el sendero de los sueños convulsos anclado en un parque resucitando metáforas olvidadas, ante mis ojos veo brotar alucinado la luz prófuga de la conquista. Ser emigrante es reposar en la alta montaña donde los rayos del sol trazan fijamente las eternas aspiraciones de los pueblos.

Se ha esfumado inerte el paso de la libertad en mi País, ante la  mirada apagada de las estrellas en el esplendor de las heridas de los pies que inmigramos preludiando una mejor vida, aquella que debí hacer en mi tierra natal. El sollozo del distanciamiento es permanente osadía, carga indeleble a los hombros de hombres y mujeres que rigen otra vida con el cansancio de las horas trabajadas y el empuje de no negarse a hacer los que otros no hacen.  Aquí vamos haciendo caminos en el estrecho incierto de nuestra realidad, dejando huellas que no se erosionan con el tiempo.

El momento es crucial para todos. Si bien es cierto que la frontera divide, separa y demarca limites, también nos une, desafía y abre posibilidades. Al caminar vamos haciendo historia, en las espaldas cargamos el peso de la realidad, conocemos los poros de las fronteras y los desfiladeros del tiempo nos hace “otros”. En la víspera del camino, compatriotas se encienden las luces divinas   para el excelso regreso triunfal, mientras tanto esperemos pacientemente.

  • El autor es escritor y poeta nicaragüense.
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