(5 de 8) La otra humanidad del obispo Francisco Ozoria Acosta

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Por Miguel Espaillat

Aún tenemos una gran cantidad de obispos y curas que son muy conservadores y que no quieren comprometerse en las luchas populares, tienen miedo o están en búsqueda de su confort, de su comodidad, y no quieren ponerse en riesgo. Frei Betto

Christopher permaneció expectante ante el silencio y la actitud del obispo Acosta.

1—Usted sabe – le decía el obispo Ozoria Acosta al padre Christopher – que su parroquia le ha traído muchos problemas al Obispado. Mucha gente del lugar ha estado quejándose de que usted no atiende a las personas que son dominicanas, sino que solamente se preocupa por los ciudadanos haitianos que habitan en los bateyes. Esa situación la he tenido que llevar en mis hombros para impedir que usted sea agredido, mucho más de lo que lo ha sido. A los mejores amigos que tiene la Iglesia no les gusta su forma de ejercer el sacerdocio por estas tierras. Nosotros, los sacerdotes, no estamos para intranquilizar a la gente, sino para convivir en paz y en amistad con ellas. Nosotros no somos políticos, somos instrumentos de la paz en el mundo. (Osorio habla de la paz romana, que viene de palo. Ni por asomo habla de justicia).

2—Pero usted sabe que eso no es verdad – replicó el padre Christopher. En mi parroquia se trata por igual a los haitianos como a los dominicanos. Soy un sacerdote y no puedo tener diferencia entre dos personas que tienen hambre. Tal vez, lo que sí puede ser, es que la mayor ayuda vaya a los trabajadores cañeros; pero estos no son exclusivamente haitianos, sino que también son dominicanos. Usted sabe, Monseñor, que los bateyes están habitados mayoritariamente por dominicanos, y con una población menor de haitianos. Pero tengo que decir que están tan necesitados los haitianos como los dominicanos; simplemente son hijos de Dios, en desgracia.

3—La queja es que usted no coopera con los dominicanos, como lo hace con los haitianos —comentó, interrumpiendo las palabras de Christopher, el monseñor Acosta, mientras hacía un movimiento negativo con la cabeza—. Usted ha sido muy imprudente en el trabajo social que realiza la parroquia en los bateyes del ingenio Hermanos Colón. No puede ser que todos los que lo denuncian a usted estén equivocados. Todos hablan de los privilegios que usted tiene con los haitianos.

4 – El Sacerdote Inglés sintió que el emplazamiento del Obispo no era la verdadera razón que lo había llevado hasta la parroquia. Él nunca se había preocupado por los infelices trabajadores cañeros, fueran dominicanos o haitianos. Se contuvo, para no decirle cuatro verdades. Debía mantener la calma, no sabía lo que le esperaba con la visita del prelado jefe de la iglesia en la región.

5 —Le repito, Monseñor, usted más que nadie sabe que eso no es verdad. Todo lo que llega a la parroquia es distribuido entre las personas más pobres, sin distinguir ni siquiera su religión; solamente nos importa su extrema pobreza para ayudarlos. Más quisiera yo tener donaciones suficientes para poder calmar el hambre de todas las personas que viven por estos lugares.

6 —Dígame, padre Christopher, ¿por qué usted ha instruido a los donantes de ayuda a la parroquia para que envíen la ayuda directamente a usted, y no como lo teníamos establecido, de que llegaran al Obispado, y el Obispado la enviaría hasta la parroquia a donde estaba dirigida? Eso que usted ha hecho es imperdonable. Usted no puede estar por encima de la autoridad del Obispo. Usted se cree más Obispo que yo —dijo señalando con el dedo índice—. Usted muy bien sabía que había dispuesto que todas las ayudas que llegaran al territorio del Obispado, no importa quien la hubiese procurado, debían ser dirigidas y entregadas a los almacenes del Obispado, y que sería yo quien tomaría la última palabra sobre el destino de la ayuda, que podría ser a otra parroquia que la necesitara más. Solamente yo estoy capacitado para saber la situación de los habitantes del territorio que ocupa este Obispado.

7 – El padre Christopher percibió que ése era el tema que traía al Obispo a la parroquia San José. Él había logrado sacar de las aduanas algunos contenedores de ayuda, enviados por los obispos de Estados Unidos, sin la cooperación del Obispado, porque éste se había negado, a menos que les fueran depositados en los almacenes que tenía el Obispo en la ciudad de Macorís del Mar. El Obispo se había equivocado, al creer que él no podría sacar las donaciones de las aduanas dominicanas. Él pensó que solamente el Obispado podía sacar las donaciones; pero no fue así; él pudo sacarlas.

8 – El Sacerdote Inglés conocía la vida que llevaba el Obispo y sabía que solamente un asunto económico lo podía sacar de su confortable despacho para internarse por los infernales cañaverales del ingenio Hermanos Colón, bajo una torrencial lluvia, para llegar hasta la parroquia San José. El mismo Obispo, por muchos años, sin la parroquia tener un párroco, nunca se dignó en visitarla, ni siquiera el Día del Santo Patrón. Esperaría la embestida del Obispo. Respiró profundamente, tratando de mantener la calma, que ya le era muy precaria.

9—Jamás pensaré que soy Obispo. Yo espero, y que sea la voluntad del Señor, que nunca sea investido con tan digna categoría. Yo he nacido para ser un simple sacerdote que comparte el dolor con sus parroquianos. Si en algo le he ofendido, le pido, muy encarecidamente, que perdone mi imprudencia; pero se ha debido a que la parroquia necesitaba urgentemente esas donaciones para suplir ayuda a personas que la necesitaban para poder vivir. Le pido, encarecidamente, que perdone mi precipitación. Creo, su Eminencia, que usted debió recibirme, para haberlo puesto al tanto de lo que ha estado pasando, de las dificultades que estamos pasando en la misión.

10 – El obispo Ozoria Acosta parpadeó varias veces, como negándose a comprender al padre Christopher. Se había molestado por la actitud, pues sabía que era una pose de sumisión que asumía el sacerdote. Lo conocía muy bien y sabía que ése no era su comportamiento natural; sino que era muy proclive a alterarse cuando era agredido. El juego que había diseñado Christopher no le iba a salir como él lo tenía pensado. Había ido a resolver un asunto mayor, y no se iría sin resolverlo, aunque tuviera que ejecutar una grosería.

11 —Pero eso no termina ahí —se tomó un momento para llenarse los pulmones de aire. Parecía que estaba muy agitado—. Usted tiene programado sacar otras donaciones de las aduanas sin nuestra mediación. Usted se ha creído que es el jefe de este Obispado. Usted ha querido burlarse de mí. Si le permito a usted todas sus libertades, voy a perder la autoridad en el Obispado. He instruido que usted no tiene atribuciones para recibir donaciones nacionales ni internacionales, si previamente no son autorizadas y recibidas por mí. Ésa fue la orden que impartí y usted la ha violado; ha cometido un delito muy grave en contra de mi autoridad.

12- El padre Christopher sabía que estaba siendo provocado para que la discusión se acalorara y así tener alguna argumentación en su contra; pero no permitiría que su calma se interrumpiera. El Obispo estaba esperando una descarga contradictoria para poder tomar la acción que tenía ya decidida. No le daría ese gusto.

13—Perdone. Eminencia, pero necesito esa ayuda para poder continuar con las labores sociales de la parroquia. Usted, más que nadie, sabe que las necesidades de esta gente son infinitas. Por más esfuerzo que hago para recaudar ayudas y buscar cooperantes, nunca son suficientes. Si no hubiese sacado esos contenedores de las aduanas, llenos de alimentos, muchos de los ancianos del asilo hubiesen muerto de hambre. Lo he hecho porque estaba desesperado y tuve que violar las instrucciones que usted había dispuesto. Le pido encarecidamente que tenga a bien perdonar mi falta. Usted muy bien sabe que he estado varias veces por su oficina en el Obispado y que no ha sido posible comunicarme con usted. Esta conversación debimos haberla tenido hace algunos meses, para evitar malos entendidos. Creo que con su visita podemos resolver los problemas como personas civilizadas.

14—Entonces, ¿toda la ayuda que usted ha procurado en Estados Unidos y en Europa será exclusivamente para esta parroquia? Si ésa es la forma de usted trabajar, le ruego que renuncie a la parroquia. Yo no puedo permitir que usted use más fondos que el propio Obispado. Usted está recibiendo dinero que ni yo me entero. Solamente me informo, cuando todo ha pasado.

15 – La palabra RENUNCIA que pronunció el obispo Acosta sorprendió a El Sacerdote Inglés. El Obispo estaba solicitando que le entregara la parroquia, porque no le entregaba todas las donaciones que él se había procurado. El conflicto del Obispo era un asunto de dinero; no de fe. No podía creer lo que estaba escuchando. Aun cuando conocía el interés extremo del Obispo por los recursos económicos que llegaban a las parroquias, por las redes de donantes de Europa y Estados Unidos, no lo había creído capaz de preferir que la parroquia San José se quedara sin párroco, si los recursos no le llegaban a él. Era muy probable que el Obispo albergara la esperanza de seguir recibiendo toda la ayuda que se recolectara en el exterior; pero ahora sin la presencia del sacerdote de la parroquia de El Llano. Él creía que la red de donantes estaba hecha, y no sufriría ninguna variación con la salida del párroco; estaba muy equivocado, todo el tinglado que se había realizado, tenía como fin ayudar a las causas que defendía El Sacerdote Inglés.

16—¿Usted me está pidiendo que abandone la parroquia San José de El Llano? —cuestionó con incredulidad. Su rostro se contrajo y sintió una rabia que lo quemaba por dentro—. No creo haber cometido faltas en mi desempeño pastoral. He sido muy celoso siguiendo los postulados de la Iglesia y el mando de mi convicción sacerdotal apegado a los mandatos bíblicos. Usted deberá acusarme de una falta grave para poder pedirme que abandone la parroquia.

17 – El obispo Acosta movió extrañamente la cabeza. Las palabras del padre Christopher habían logrado perturbarlo. Nunca pensó recibir esa respuesta del párroco. Christopher mantuvo un silencio analítico, buscando hacer desistir al Prelado de su decisión.

—Quiero que abandone, lo más apresuradamente posible, la parroquia San José. Ésta es una provincia eclesiástica que yo dirijo, y no dejaré que nadie venga a dirigirme y a decirme lo que tengo que hacer. Usted solamente le ha traído problemas al Obispado.

18 – El padre Christopher sintió como si lo hubiesen pinchado, al escuchar la repetición de la petición del Monseñor. Su rostro, que hasta ese momento lucía sereno, se transformó. Tenía que dar un paso hacia delante y poner las cosas en claro al Prelado.

—No he sido yo quien le ha traído problemas a este Obispado; sino que ha sido usted, señor Obispo. Yo lo que he traído es una mano solidaria para las personas más pobres de estos territorios; pero usted se empecina en obstaculizar todos los trabajos que hago. Yo no soy un problema para el Obispado, es posible que sea un problema para usted. No voy a aceptar que usted les quite la poca comida que yo les puedo buscar en el mundo a estos pobres e infelices y esclavizados trabajadores cañeros. Si usted quiere buscar a un culpable, no lo busque en mí.

19 – El monseñor Ozoria Acosta se levantó del asiento. Estaba muy molesto. Volvió a sentarse frente al párroco. Sus manos tenían un leve temblor y su rostro comenzó a brillar por una fina capa de sudor.

—Antes de usted llegar, este Obispado estaba en paz. Desde que usted llegó comenzó a ocasionarle problemas a la Iglesia. Usted se atrevió a ofender al propio presidente de la República, haciendo denuncias peregrinas. Todo se lo he perdonado; pero este es el límite. Ha llegado el momento de decidir entre usted o yo; no podemos permanecer los dos en el mismo lugar. Si fuera por usted, la Iglesia en este Obispado no tendría un solo amigo. Usted ha ofendido a todos los protectores de nuestra iglesia en el Obispado.

20 —Usted llama denuncia peregrina a decir la verdad. Lo que usted no se ha atrevido a decir, y prefiere acomodarse con los explotadores dueños del ingenio y de los campos de caña. Es usted quien debe revisarse, no yo; yo estoy haciendo la voluntad del Señor, amando a los pobres como a mí mismo. Usted no puede pedirme que abandone la parroquia, porque no le envío una ayuda que necesito para los niños que no tienen con que caerse muertos de hambre. No le concedo autoridad para pedirme que abandone la parroquia. No abandonaré la iglesia San José de El Llano, Monseñor —dijo enfáticamente y con tono firme—, ni abandonaré al rebaño que me ha entregado el Altísimo, para que yo lo saque de la oscuridad. No lo haré, aunque a usted no le guste mi forma de ejercer mi sacerdocio. No abandonaré la parroquia, a menos que usted me pueda probar que he cometido una falta grave. He venido a estas tierras aceptando el mandato de ser portavoz de la palabra de Jesucristo. Si usted quiere que yo abandone la parroquia, tendrá que acusarme de haber cometido faltas graves, que creo no haberla cometido en ningún momento.

21 – El obispo Acosta comenzó a sudar más copiosamente, a pesar de que la lluvia, que había cesado, había dejado el mediodía fresco. Sus ojos saltones parecían los de una fiera. Había perdido toda compostura.

El padre Christopher lo contempló turbado. El Obispo no tenía ninguna acusación de faltas graves en su contra y no podía accionar para sacarlo de la parroquia. Además, el Monseñor sabía que, si hacía una acusación, tendría que escuchar de sus labios todas las acciones negativas que había ejecutado; estaba seguro de que no se expondría a un juicio eclesiástico.

22 -Tengo pruebas de que usted ha estado hablando en contra del Obispo, y ésas son faltas muy graves, por lo que le puedo pedir que abandone la parroquia. Tengo grabaciones donde usted dice cosas muy destempladas del Obispo. Usted sabe que puedo someterlo a un tribunal, para que lo expulsen de la Iglesia. No puede hablar con los parroquianos en contra del Obispo, que es la máxima autoridad de la Iglesia en el territorio; y no me diga que se las presente, porque usted sabe que es verdad y que yo las tengo. Usted ha cometido faltas graves como para ser expulsado de la parroquia; pero no lo voy a hacer, prefiero que usted se vaya en paz y nos deje a nosotros seguir con nuestras vidas. Usted lo único que nos ha traído es problemas con las autoridades y con nuestros amigos del ingenio Hermanos Colón.

23 – Christopher se sorprendió por la salida que había tenido el Obispo. Era muy posible que, en algún momento de indignación, profiriera algunas palabras descompuestas sobre el Obispo. Había tenido muchos momentos muy difíciles; momentos angustiantes, debido a que no tenía los alimentos para los niños y los ancianos por culpa del mismo Obispo. Pero el Obispo había dicho que tenía grabaciones, lo que indicaba que tenía algún enemigo entre los que trabajaban en la parroquia; eso lo hizo sentirse mal.

24 – El obispo Acosta sintió una íntima alegría al sentir acorralado al padre Christopher. Sabía que lo tenía a su merced.

El padre Christopher sabía que había caído en una red difícil de salir. Hacía algunos días que se habían desaparecido algunos equipos y grabaciones de la parroquia, que contenían algunos diálogos críticos contra el Obispo. Eran grabaciones tomadas en el duro trabajo del batey, y era muy entendido que existieran comentarios muy ácidos en contra del Obispo, quien no cooperaba con la causa de la misión. En algunos momentos de aflicción, dijo cosas negativas del Obispo, y ésas eran las pruebas que tenía en su contra. Sabía que entraba a un terreno fangoso y se podía hundir.

25—No creo haber dicho nada que pudiera provocar mi salida de la Iglesia, Monseñor. Tal vez algunas palabras, producto del calor y del momento, que por demás, si fuere necesario, estaría dispuesto a pedirle perdón. No quiero irme de esta parroquia. Monseñor. He convertido este lugar en el lugar que deseo para vivir toda mi vida. Amo entrañablemente a estos pobres y miserables trabajadores cañeros. He encontrado en sus miserias materiales la presencia de Jesús. Todo lo que he hecho durante estos años ha sido aliviar el dolor y mitigar el hambre de esos pobres y desventurados hijos de Dios. No quiero abandonar mi misión evangelizadora con esta pobre gente. No se interponga en los designios del Señor.

26—Déjese de sensiblerías; estamos tratando algo muy serio. No lo quiero en la parroquia y quiero que se vaya de inmediato. Usted no va a destruir mi Obispado con sus acciones en contra de todos los amigos de la Iglesia. Si persiste en mantenerse en la parroquia, me obligará a expulsarlo sumariamente, padre Christopher. Abandone la parroquia pacíficamente y no me ocasione más inconvenientes. No me obligue a expulsarlo por faltas graves y dañar su hoja de servicio a la Iglesia Católica.

Christopher lo miró con cierta pena. Era un pobre hombre sin una fe superior. Conocía de aquellos sacerdotes, que eran más funcionarios de la Iglesia que representantes de Dios en la tierra. Los manejadores del tesoro se habían multiplicado en la tierra.

27 – La lluvia había cesado totalmente y el padre Cristopher se levantó y abrió las ventanas, para que entrara un poco de aire fresco. Los dos hombres sudaban copiosamente.

—Para usted sacarme de aquí, tendrá que hablar con el cardenal de New York, que es la diócesis a la que yo pertenezco. Después que usted hable con el arzobispo, entonces le entregaré la parroquia, aunque sea en contra de mi voluntad. Solamente si usted me acusa ante el Cardenal, y prueba que he cometido faltas graves, me hace salir de la parroquia. He hecho de este lugar mi camino pastoral y pretendo seguir haciéndolo por toda mi vida. No lo abandonaré por su ambición.

28 – El párroco de la iglesia San José sintió cómo el Obispo se turbaba. Sabía que no se atrevería a hablar con el cardenal de New York, porque tendría que darle explicaciones que no le eran muy favorables a él. Si lo acusaba frente al arzobispo, entonces tendría que escuchar lo que nunca había oído en su vida: toda la verdad de su deficiente trabajo como Obispo. Además, él no quería perder las ayudas que le llegaban desde la Ciudad de los Rascacielos.

29 – El obispo sintió que la posición que había presentado el padre Christopher lo ponía en una disyuntiva muy difícil. No podía sacar los trapos sucios del Obispado fuera de su ámbito, donde tenía control de todo lo que pasaba. Un escándalo público se convertiría en una verdadera desgracia. Él conocía muy bien la explotación brutal a que habían sometido a todos los trabajadores cañeros por siglos, y no había movido ni un dedo en contra de esa indignidad. Si salía todo eso a luz pública, los propios dueños del ingenio y los propietarios de las tierras cañeras podían preferir su sustitución en el Obispado, y lo podrían lograr. El obispo no estaba en una situación cómoda frente a Christopher. Además, sabía de las relaciones de este cura inglés con la prensa mundial.

30—Quiero que abandone la parroquia en paz. No quiero escándalo en la Iglesia. No soy hombre de escándalo, sino de trabajo; pero no quiero que permanezca en mi Obispado. Usted, a partir de este momento, es persona no grata para nuestro Obispado. Solicito de usted, muy encarecidamente, que abandone la parroquia San José de El Llano, y el territorio de esta provincia eclesiástica. No lo quiero volver a ver. No me obligue a tomar medidas mayores.

31—Monseñor, le he dicho que tiene que hablar con mi jefe, el arzobispo de New York, para yo abandonar la parroquia. Defenderé el derecho que tengo de seguir pastoreando a estos pobres y esclavizados dominicanos. Usted no puede impedir la voluntad de Dios. Yo no estoy aquí por mi propia voluntad, sino por la voluntad del Altísimo, que hizo que mi amigo, el padre Antonio, me fuera a buscar para que pastoreara este rebaño, que estaba perdido de la palabra de Dios. Antes de yo entrar a este lugar, nadie les había hablado de Dios a estos trabajadores cañeros ni a sus familiares —dijo en tono enfático y desafiante. No podía hacer otra cosa que defender con todas sus armas lo que creía legítimo.

32 – El obispo Acosta se levantó y caminó hasta la puerta para marcharse sin pronunciar otras palabras. Christopher se levantó y caminó detrás. Parecía que la conversación había terminado. Cuando el obispo Acosta cruzaba la marquesina, se volvió y expresó:

—No lo quiero en la parroquia. Voy a buscar a otro sacerdote para asignarle esta parroquia. Tenga mucho cuidado conmigo. Tiene que marcharse, porque no le aseguro la vida, con los peligros que usted corre por aquí. No me provoque. ¡Usted no me conoce, padre Christopher! ¡Tenga mucho cuidado conmigo! —vociferó, buscando impresionar al párroco.

33 – Christopher se extrañó por las últimas palabras. No entendía lo de que no le aseguraba la vida; tampoco entendía lo de la provocación. Si había un provocado y agredido era él; pero tendría tiempo para pensarlo con más tranquilidad. No podía tomar decisiones precipitadas. Sabía que el más leve error que cometiera le costaría muy caro.

—No saldré de esta parroquia. Usted no tiene poder sobre Dios. Ése es un mandato del Altísimo. Cuando se calme, hablaremos de nuevo —dijo, sin recibir respuesta—. No he cometido ninguna falta, y defenderé mis derechos en cualquier lugar que usted elija. No saldré de El Llano, por un capricho impuro.

34 – El Monseñor se montó en su moderno y confortable automóvil: el chofer arrancó de inmediato. Christopher sabía que tenía que mover algunas cartas para impedir que lo sacaran de la parroquia. La misión se había convertido en su vida y no quería perderla. Pero también sabía que el Obispo manipularía para sacarlo, aunque perdiera los beneficios de los donantes extranjeros. La guerra estaba declarada y tenía que prepararse para librarla. Ahora la lucha no era, solamente, contra los dueños del ingenio Hermanos Colón y los cañaverales, sino que debía librar una a lo interno de un obispo que como refiere Frei Betto, responde a una pléyade dentro de la iglesia, que son muy conservadores y que no quieren comprometerse en las luchas populares, porque tienen miedo o están en búsqueda de su confort, de su comodidad, y no quieren ponerse en riesgo.

Continuará

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acosta-2-de-6/

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New York, NY 17/11/2020

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