Por Miguel Espaillat
A modo de preliminar.
A – Todavía no había salido publicada la primera parte de este ensayo, cuando la prensa daba cuenta, de que el obispo Ozoria Acosta había hecho una visita de cortesía al ministro de obras públicas. ¿A santo de que, esta visita?
B – Pensándolo bien, a través de esa institución el señor obispo puede conseguir que le construyan o remodelen los edificios que su iglesia solicite. Visto así, la intención del obispo con esa cortesía queda descubierta. Mejor, ¿por qué no usó esa deferencia con CONANI para ver cómo puede cooperar con esa institución para mejorar la vida de nuestros niños y niñas? La respuesta es obvia: CONANI no es una institución con la que se pueda contar para construir iglesias u otrasedificaciones, al contrario, en Obras Publicas, el alpiste, es seguro.
C – Hago este señalamiento, para que el obispo Ozoria Acosta tenga en cuenta, que el país lo está observando, que los tiempos son otros, que no vamos a permitir de él, ni de ningún otro prelado, las barbaridades que cometieron contra el pueblo Nicolas López Rodríguez, Agripino Núñez Collado y todos los sacerdotes que se confabularon para tumbar a Juan Bosch en 1963. Y no digo como Marcial Maciel, Józef Wesolowski, o Wojciech (padre Alberto Gil), porque para regocijo de todos, no es por conducta sexual inapropiada que estamos abordando al obispo Ozoria Acosta.
La nación dominicana para avanzar ya no puede seguir tolerando y soportando los atropellos de endiosados jerarcas clericales, que con dobles discursos divorciados de la práctica cristiana sirven a sus propios intereses y a la de los opresores y vividores del pueblo. Hecha esta aclaración, vayamos con la continuación del ensayo, “La otra humanidad del obispo Francisco Ozoria Acosta”.
Desalojar a los ancianos de los bateyes
1 – Antes de iniciarse cada zafra, la administración del ingenio procedía a realizar una operación de limpieza geriátrica, que consistía en desalojar de las miserables casuchas a los braceros más ancianos, que no tuvieran ya las fuerzas para continuar en el corte de la caña, barbaridad que hacían para tener el espacio de ellos para los nuevos cortadores de caña que traerían de los campos lejanos de la República Dominicana o de la República de Haití. Era una costumbre de las autoridades del Ingenio, cada cierto tiempo, deshacerse de los viejos inútiles y cansados trabajadores. Para ellos, estos braceros sólo eran chatarras humanas o bagazos inservibles. Este trato aceleraba el proceso de muerte en vida de los cortadores de caña, que en poco tiempo los llevaba a fenecer y ser enterrados en un cementerio sin cruces del batey.
2 – A todo esto, hay que añadirle el racismo y el desprecio que la población en general tiene por los cortadores de caña. Los dueños del Ingenio y los colonos han culturalizado a la población, para que vea a esta gente como seres inferiores, a tal punto han llevado este sentimiento, que no aceptan a los cortadores, ni en su relación social, ni amistosa.
El padre Christopher visita al obispo Francisco Ozoria Acosta
3 – El padre Christopher se levantó del sofá de espera y caminó algunos pasos sin destino cierto. Llevaba más de dos horas esperando para ser recibido por el obispo Ozoria Acosta. La recepcionista de la oficina del Obispado lo miraba con una actitud un tanto huraña. La presencia del sacerdote le provocaba inquietud. Cada cierto tiempo miraba de reojo y mostraba su contrariedad. Ella seguía trabajando; pero mantenía una vigilancia a cada movimiento del sacerdote inglés.
4 – —Señorita, ¿me podrá recibir el Obispo, hoy? —cuestionó en un tono enérgico—. Llevo más de dos horas esperando para ser recibido. Tengo mucho trabajo en la parroquia—expresó el padre Christopher, que comenzaba a desesperarse por la tardanza en ser recibido. Miró el reloj y sus espesas cejas se levantaron; tenía programada otras actividades en uno de los bateyes. Su contrariedad aumentó.
5 – La joven secretaria, de negro y lacio cabello, cortado a los hombros y de piel de color canela, lo observó, como si quisiera decirle algo que no podía expresar. Su mirada reflejaba el conocimiento de un secreto que no se atrevía a divulgar. Algo le molestaba en la conciencia. El padre Christopher percibió la angustia de la secretaria, quien le dijo: Yo le informé al Obispo que usted había llegado; pero no me dijo nada. Oiga, el padre Marcos Andino ha llegado y podría ayudarlo más que yo, puesto que el es el asistente de monseñor. Hablaré con él para preguntarle de su visita. Espere un momento, padre Christopher.
6 – La joven mujer se levantó y entró por la puerta más próxima. El rostro de Christopher se había enrojecido por la molestia que le causaba la tardanza en ser recibido por el Obispo Francisco Ozoria Acosta. Ésta era la tercera vez que visitaba el Obispado, procurando entrevistarse con el Obispo para conciliar algunos problemas de la parroquia y buscar mayor seguridad para el equipo de cooperantes que trabajaba con él en las labores pastorales sociales. En las dos ocasiones anteriores lo había dejado esperando más de tres horas, para después mandar a decirle que no le podía recibir. Desde la salida del padre Antonio, las cosas de la parroquia San José con el Obispado habían llegado a límites de incomunicación que provocaban problemas para el desenvolvimiento normal de las actividades de la parroquia.
7 – —¡Padre Christopher, no sabía que estaba esperando al señor Obispo! —escuchó decir al sacerdote que había salido de la misma puerta que había entrado la secretaria—. He llegado hace un ratito, y no fue hasta este momento cuando me he enterado que usted está aquí, padre. Ha sido la secretaria quien me lo ha informado, y he salido a saludarle y a recibirle, por parte del Obispo.
8 – Christopher intentó esbozar una sonrisa que sólo llegó a una mueca. El padre Marcos Andino era un hombre de fácil hablar y de conducta ortodoxa; nunca se buscaba un problema, ni siquiera en procura de cumplir con su misión de fe. Durante su permanencia en el Obispado Christopher había tenido una buena relación de amistad con el padre Marcos; sin obviar el conocimiento de su carácter.
9 – —Padre Marcos – le dijo Christopher – tengo mucho interés en conversar con el señor Obispo. Me urge tratarle algunos asuntos de la parroquia. En esta misma semana estoy esperando por un buen cargamento de alimentos que viene de España y quiero coordinar con el Obispado la forma de distribuirlos. Tenemos muchas necesidades en las comunidades. Las comunidades muy pobres están viviendo casi de la ayuda de la iglesia. Los centros de ayuda están desabastecidos y requieren de ayuda de forma urgente. Ha sido una bendición de Dios la llegada de ese cargamento de alimentos, en este momento. ¡Bendito sea Dios! —exclamó el padre Christopher levantando la mirada al cielo.
10 – __Me extraña que usted diga que no ha coordinado con el Obispo la distribución de esa ayuda —expresó el padre Marcos con un asombro dibujado en el rostro—. El Obispo ha tomado una decisión con las ayudas que vienen a las diferentes parroquias, y muy especialmente con las que vienen para la parroquia San José de El Llano. Ese donativo de alimentos que ha llegado será utilizado por el Obispo para sus labores en el Obispado. Nada llegará a la parroquia de El Llano, de ese donativo.
11 – —¿Por qué le extraña, padre Marcos? Preguntó el cura inglés. Usted sabe que he venido en dos ocasiones a conversar con el señor Obispo y no ha sido posible la reunión con su Eminencia. Tenemos muchas carencias y queríamos que el Monseñor interviniera con las autoridades de Aduana para agilizar la salida de los contenedores. Ese donativo está destinado especialmente para nuestra parroquia. Estamos muy escasos de recursos y ésa es la única ayuda que tenemos para estos meses.
12 – —El señor Obispo me ha instruido para recibir esa ayuda en el Obispado. El Monseñor ha decidido que esos alimentos se queden en el almacén del Obispado. Ha sido muy taxativo en decirme que no se le enviará, de esa ayuda, a la parroquia San José. Por decisión del Obispado, todas las ayudas que lleguen a todas las parroquias de esta jurisdicción eclesiástica, serán recibidas por el señor Obispo.
A partir de esa orden, sólo el Obispo decide sobre el destino de las ayudas. El Obispo ha escrito a todas las instituciones que ofrecen ayuda a las parroquias del Obispado para que todas las donaciones sean referidas directamente al Obispado.
13 – Christopher se quedó sin habla. Estaba impactado por lo que le estaba diciendo el padre Marcos. El Obispo le había quitado al padre Christopher toda autoridad en los asuntos sociales de la parroquia. Desde ese momento, tendrían que pedirle las cosas al Obispado, para continuar con la labor, y como conocía la actitud que había asumido el Obispo en contra de la parroquia y con su trabajo pastoral a favor de los pobres y hacinados trabajadores cañeros, sabía que tendría muy poca ayuda.
14 – —Pero esa ayuda viene de la red de cooperantes que tengo en España – acotó el padre Christopher. Ese cargamento está destinado a la parroquia San José. Lo que hemos hecho siempre es entregarle una parte al Obispado para que ayude a otras parroquias o para las ayudas del propio Obispado; pero ésa es una ayuda consignada a nuestra parroquia. Si nos quitan las donaciones que nosotros logramos que nos envíen desde los países ricos, ¿cómo podremos realizar nuestras labores sociales? —cuestionó mientras se acariciaba, nerviosamente, las barbas del mentón. El padre Christopher Estaba tan impactado con la noticia que le había dado el padre Marcos Andino, que movía la cabeza y los labios en forma extraña.
15 – —Recuerde, padre Christopher, que usted es un sacerdote diocesano y depende directamente del Obispo de esta diócesis. La autoridad suprema de la diócesis es el Obispo, y es él quien tiene que definir las políticas que se ejecuten en la provincia eclesial. No se preocupe, padre, que el Obispo sabrá recompensar su gran trabajo para traer ayuda a nuestra diócesis.
16 – Las últimas palabras parecían que lo sacaban de sus cabales, porque era una burla a su inteligencia. Tuvo el deseo de abofetear al padre Marcos: pero se contuvo. Necesitaba mantener la calma para no darle justificación a una acción disciplinaria contra él.
17 -—No he olvidado mi condición de sacerdote diocesano; pero el acuerdo que hemos tenido todos estos años es que yo le entregaría una parte de las donaciones que venía consignada para la parroquia, como parte de mi cooperación al Obispado. El Obispado no puede tomar todos los alimentos que vienen esta semana. El asilo de ancianos y los centros de nutrición de niños y madres embarazadas necesitan de esos alimentos. Los recursos de la parroquia se han reducido mucho, y no tenemos con que seguir cubriendo la manutención de los centros, si no nos llega ese cargamento de alimentos, tendremos grandes dificultades.
El Obispo tiene que entender la situación que estamos viviendo en la parroquia.
1 – El padre Marcos se quedó sin respuesta a lo planteado por Christopher, y por un momento, solamente lo contempló con cierta pena. Notaba la rabia que consumía al párroco de El Llano por dentro. Se lamentaba ser el comisionado para darle la terrible noticia a Christopher. No tenía ninguna otra alternativa que cumplir con la orden que le había dado el obispo Francisco Ozoria Acosta.
19 -—Comprendo lo que usted me dice, padre; pero yo sólo soy el asistente del Monseñor. Estoy aquí para cumplir las órdenes que emanen del Obispo. Yo mismo no sé si hice bien en decirle lo que le he dicho. Creía que usted estaba enterado de la situación —expresó con cierto dejo de encogimiento por tener que dar la desagradable y fulminante noticia. Sintió aflicción, al ver el rostro de Christopher, que comenzaba a tomar la expresión de derrotado.
20 – Christopher se rascó la cabeza, ya casi cubierta por las canas. Ahora la situación se ponía más difícil para el trabajo pastoral. Si el Obispo se apropiaba de toda la ayuda que le llegaba, no podría continuar desarrollando los planes que ejecutaba, ni siquiera podría mantener los que estaban en ejecución. Respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. Se sentía noqueado por la decisión tomada por el Obispo. Un sentimiento de impotencia lo invadió.
21—Yo necesito ver al Obispo, padre Marcos. Después de lo que usted me ha dicho, es urgente que hable con el Monseñor. No puedo continuar con la parroquia en este estado. La parroquia necesita de ese cargamento de alimentos que viene consignado a nosotros. Nuestra necesidad no puede esperar que el Obispo y yo nos pongamos de acuerdo. Esos infelices no tienen que comer. Si no le llega en el tiempo requerido, los ancianos del asilo se morirán uno a uno. Si no nos llegan esos alimentos, no sé qué hacer.
22 – La mirada de Christopher, por primera vez, parecía implorar.
—Me había olvidado decirle que el señor Obispo le manda a decir que no lo podrá recibir en el día de hoy. El señor Obispo está muy ocupado; ha estado trabajando mucho estos días y no se siente bien de salud.
Christopher reconoció la mentira en el tono de la voz del padre Marcos. Ahora entendía con más claridad que el sacerdote le estaba entreteniendo y que ocultaba una verdad más sombría. Sabía que era mentira que el Obispo estuviera enfermo, y sabía que estaba en su oficina en ese momento.
23—Padre Marcos, usted es párroco de una parroquia y sabe del trabajo que estamos realizando en la iglesia San José de El Llano. Necesito conversar con el Obispo. Con la decisión que ha tomado el Obispo, nos crea muchos problemas, y estoy seguro de que ése no es el propósito del Monseñor —buscaba intentar cambiar la actitud del padre Marcos para saber si podía entrevistarse con el obispo Acosta.
El padre Marcos, que vestía camisa color crema, con las mangas cortas, cruzó los brazos, tratando de mostrar su impotencia. Era hombre blanco y de calvicie pronunciada; de gran estatura y corpulento; hacía algunos años que había llegado desde su natal España.
24 – -El Obispo me ha enviado a decirle que no puede recibirlo, padre Christopher. Dígame en qué yo puedo servirle, y le serviré con mucho gusto. Es posible que el Obispo pueda recibirlo la próxima semana.
En el día de hoy, es imposible que lo reciba. No está disponible para reunirse con usted. Las manos de Christopher tomaron un leve temblor y sudaban.
25 – El padre Marcos, al fin, había dicho la verdad. El Obispo no estaba disponible para reunirse conmigo.
—Padre Marcos – le dijo el padre Christopher – mi situación no es de la próxima semana. Tengo asilos de ancianos; tengo centros de nutrición; tengo un pequeño hospital, y la propia parroquia necesita con urgencia esa ayuda que viene de España. Para la parroquia es urgente que pueda resolver este problema en el día de hoy. El padre Marcos miró a la secretaria, que escuchaba la conversación mientras trabajaba. Ella hizo un gesto leve de incompetencia.
26 – Ninguno de los dos se atrevía a ir donde el Obispo para que reciba al padre de la parroquia San José de El Llano.
—Si fuera por mí, no habría problema, padre Christopher – le dijo al padre Marcos – El señor Obispo me ha dicho que le diga que no puede recibirlo en el día de hoy. Estoy seguro que él se comunicará con usted en breve tiempo y se pondrán de acuerdo para los trabajos de la pastoral social de la parroquia. Confíe en el Señor, padre.
27—Pero, padre Marcos – imploró Christopher – yo no sólo vine a hablar con Monseñor sobre el asunto de la ayuda; ése es un asunto muy importante. He venido, también, porque usted sabe que la parroquia ha sido agredida varias veces y necesito mayor protección para los cooperantes. El destacamento policial de El Llano me está mandando un agente que se queda toda la noche en la Casa Curial; pero no es suficiente, y el jefe del puesto policial me ha dicho que necesita la solicitud del propio Obispo para mantener el agente vigilando la casa en la noche Si no mantengo una buena vigilancia, todos los cooperantes se marcharán del país. En estos momentos son demasiado importantes para nosotros. Muchos de ellos están aterrorizados por las agresiones de que hemos sido objeto.
28 – El padre Marcos se pasó la mano por la cabeza. La presencia de Christopher lo importunaba: todo lo que traía era problema para el Obispado. Ninguna otra parroquia necesitaba de seguridad para sus sacerdotes. Solamente la parroquia San José solicitaba protección para su párroco. Sabía del enfrentamiento que mantenía el párroco de la iglesia San José con los dueños del ingenio Hermanos Colón por las exigencias de trato humano a los cortadores de caña. Marcos se lamentaba de que el padre Christopher nunca se llevó de su consejo de conciliar con los dueños del ingenio y pastorear tranquilamente la parroquia. Si hubiese trabajado así, no habría tenido problema. Todas esas acciones en contra de la industria azucarera habían disgustado al Obispo y al Obispado.
29—Creo que en eso no habrá ningún problema. Hablaré con el Monseñor y le haré llegar las instrucciones que él se digne tomar. Estoy seguro que solicitará mayor protección para la parroquia. Puede irse tranquilo, padre Christopher, que eso se resolverá en cuestión de algunos días.
—¿No puedo ver al Obispo esta semana? Háblele para que me reciba en esta semana. No tengo alimentos para los centros nutricionales —volvió a retomar el tema de los alimentos—. No me quedan más de dos días de alimentos. Si no me llegan, no sé qué voy a hacer.
30 – El padre Marcos encogió el ceño al escuchar, de nuevo, el tema de los alimentos. Parecía que lo contrariaba.
—Hablaré con Monseñor y se lo haré saber. Prometió el padre Marcos. Los dos sacerdotes se mantenían de pie, frente a frente. A unos pasos, la recepcionista parecía no escuchar la conversación. Marcos estiró la mano para despedirse. Christopher se la estrechó con resignación.
—Vaya con Dios, padre Christopher. Rece mucho por nosotros y por el trabajo pastoral del Obispado. Perdone al Obispo, por no recibirlo, estoy seguro que lo hará muy pronto.
31 – Christopher frunció el entrecejo. Las palabras del padre reflejaban un malestar íntimo, que no podía decir. Algo muy grande e importante escondía en sus palabras el sacerdote. No tenía otra alternativa que retirarse; sabía que no obtendría ninguna información adicional del sacerdote asistente del Obispo. Aquel sacerdote era pusilánime y no tendría el valor de ayudarlo. Se esbeltó y lo miró con una mirada fulminante y resuelta. No podía mostrar ninguna flaqueza en ese momento.—Lo tendré en mis oraciones, padre Marcos. El Señor es más grande que nuestras propias miserias. Siempre es bueno confiar en la Palabra del Señor para poder continuar con nuestro trabajo de pastores —dijo como si sermoneara frente al padre Marcos.
32 – El Sacerdote Inglés salió del edificio del Obispado y caminó hasta el parqueo. Sus pensamientos estaban aturdidos. Por las palabras del padre Marcos, tenía que llegar a la conclusión que el plan de sacar al padre Antonio de la parroquia San Antonio de Padua, de El Puerto, era el primer paso para hacerlo saltar de la parroquia San José. Se instaló frente al volante de su camioneta doble cabina y apretó el guía sin encender el vehículo. Estaba muy molesto. Pensó en que el padre Marcos se tragaba la verdad, por temor a ser castigado por el Obispo; y sintió una gran pena de aquellos de la iglesia que reniegan las enseñanzas de Jesús. “Este cura inglés no tiene reversa y seguirá aferrado a la voluntad de Dios”: se dijo para sí, y encendió el motor de la camioneta.
33 – Lo esperaban los pobres, miserables y esclavizados cortadores de caña en los bateyes, y continuaría luchando junto a ellos. No eran horas de amilanarse. No permitiría que el Obispo se saliera con las suyas sacándolo de la parroquia, corno lo hizo con el padre Antonio. El Obispo sabía muy bien que él pertenecía a la Catedral San Patricio de New York, de donde le venía mucha ayuda y no querría prescindir de ella. Pelearía con todas sus fuerzas, y daría su vida, si fuere necesario, para cumplir con el mandato de Jesucristo que lo había traído a pastorear al pueblo de Dios más cruelmente humillado de todo el mundo. «He visto el rostro de Jesús despedazado en los rostros de los pobres cortadores de caña, abusados en el infierno en que lo han sometido los dueños del ingenio Hermanos Colón», se dijo para sí, y arrancó hacia la parroquia San José, su cuartel general de su misión evangelizadora.
continuará
A modo de preliminar.
A – Todavía no había salido publicada la primera parte de este ensayo, cuando la prensa daba cuenta, de que el obispo Ozoria Acosta había hecho una visita de cortesía al ministro de obras públicas. ¿A santo de que, esta visita?
B – Pensándolo bien, a través de esa institución el señor obispo puede conseguir que le construyan o remodelen los edificios que su iglesia solicite. Visto así, la intención del obispo con esa cortesía queda descubierta. Mejor, ¿por qué no usó esa deferencia con CONANI para ver cómo puede cooperar con esa institución para mejorar la vida de nuestros niños y niñas? La respuesta es obvia: CONANI no es una institución con la que se pueda contar para construir iglesias u otrasedificaciones, al contrario, en Obras Publicas, el alpiste, es seguro.
C – Hago este señalamiento, para que el obispo Ozoria Acosta tenga en cuenta, que el país lo está observando, que los tiempos son otros, que no vamos a permitir de él, ni de ningún otro prelado, las barbaridades que cometieron contra el pueblo Nicolas López Rodríguez, Agripino Núñez Collado y todos los sacerdotes que se confabularon para tumbar a Juan Bosch en 1963. Y no digo como Marcial Maciel, Józef Wesolowski, o Wojciech (padre Alberto Gil), porque para regocijo de todos, no es por conducta sexual inapropiada que estamos abordando al obispo Ozoria Acosta.
La nación dominicana para avanzar ya no puede seguir tolerando y soportando los atropellos de endiosados jerarcas clericales, que con dobles discursos divorciados de la práctica cristiana sirven a sus propios intereses y a la de los opresores y vividores del pueblo. Hecha esta aclaración, vayamos con la continuación del ensayo, “La otra humanidad del obispo Francisco Ozoria Acosta”.
Desalojar a los ancianos de los bateyes
1 – Antes de iniciarse cada zafra, la administración del ingenio procedía a realizar una operación de limpieza geriátrica, que consistía en desalojar de las miserables casuchas a los braceros más ancianos, que no tuvieran ya las fuerzas para continuar en el corte de la caña, barbaridad que hacían para tener el espacio de ellos para los nuevos cortadores de caña que traerían de los campos lejanos de la República Dominicana o de la República de Haití. Era una costumbre de las autoridades del Ingenio, cada cierto tiempo, deshacerse de los viejos inútiles y cansados trabajadores. Para ellos, estos braceros sólo eran chatarras humanas o bagazos inservibles. Este trato aceleraba el proceso de muerte en vida de los cortadores de caña, que en poco tiempo los llevaba a fenecer y ser enterrados en un cementerio sin cruces del batey.
2 – A todo esto, hay que añadirle el racismo y el desprecio que la población en general tiene por los cortadores de caña. Los dueños del Ingenio y los colonos han culturalizado a la población, para que vea a esta gente como seres inferiores, a tal punto han llevado este sentimiento, que no aceptan a los cortadores, ni en su relación social, ni amistosa.
El padre Christopher visita al obispo Francisco Ozoria Acosta
3 – El padre Christopher se levantó del sofá de espera y caminó algunos pasos sin destino cierto. Llevaba más de dos horas esperando para ser recibido por el obispo Ozoria Acosta. La recepcionista de la oficina del Obispado lo miraba con una actitud un tanto huraña. La presencia del sacerdote le provocaba inquietud. Cada cierto tiempo miraba de reojo y mostraba su contrariedad. Ella seguía trabajando; pero mantenía una vigilancia a cada movimiento del sacerdote inglés.
4 – —Señorita, ¿me podrá recibir el Obispo, hoy? —cuestionó en un tono enérgico—. Llevo más de dos horas esperando para ser recibido. Tengo mucho trabajo en la parroquia—expresó el padre Christopher, que comenzaba a desesperarse por la tardanza en ser recibido. Miró el reloj y sus espesas cejas se levantaron; tenía programada otras actividades en uno de los bateyes. Su contrariedad aumentó.
5 – La joven secretaria, de negro y lacio cabello, cortado a los hombros y de piel de color canela, lo observó, como si quisiera decirle algo que no podía expresar. Su mirada reflejaba el conocimiento de un secreto que no se atrevía a divulgar. Algo le molestaba en la conciencia. El padre Christopher percibió la angustia de la secretaria, quien le dijo: Yo le informé al Obispo que usted había llegado; pero no me dijo nada. Oiga, el padre Marcos Andino ha llegado y podría ayudarlo más que yo, puesto que el es el asistente de monseñor. Hablaré con él para preguntarle de su visita. Espere un momento, padre Christopher.
6 – La joven mujer se levantó y entró por la puerta más próxima. El rostro de Christopher se había enrojecido por la molestia que le causaba la tardanza en ser recibido por el Obispo Francisco Ozoria Acosta. Ésta era la tercera vez que visitaba el Obispado, procurando entrevistarse con el Obispo para conciliar algunos problemas de la parroquia y buscar mayor seguridad para el equipo de cooperantes que trabajaba con él en las labores pastorales sociales. En las dos ocasiones anteriores lo había dejado esperando más de tres horas, para después mandar a decirle que no le podía recibir. Desde la salida del padre Antonio, las cosas de la parroquia San José con el Obispado habían llegado a límites de incomunicación que provocaban problemas para el desenvolvimiento normal de las actividades de la parroquia.
7 – —¡Padre Christopher, no sabía que estaba esperando al señor Obispo! —escuchó decir al sacerdote que había salido de la misma puerta que había entrado la secretaria—. He llegado hace un ratito, y no fue hasta este momento cuando me he enterado que usted está aquí, padre. Ha sido la secretaria quien me lo ha informado, y he salido a saludarle y a recibirle, por parte del Obispo.
8 – Christopher intentó esbozar una sonrisa que sólo llegó a una mueca. El padre Marcos Andino era un hombre de fácil hablar y de conducta ortodoxa; nunca se buscaba un problema, ni siquiera en procura de cumplir con su misión de fe. Durante su permanencia en el Obispado Christopher había tenido una buena relación de amistad con el padre Marcos; sin obviar el conocimiento de su carácter.
9 – —Padre Marcos – le dijo Christopher – tengo mucho interés en conversar con el señor Obispo. Me urge tratarle algunos asuntos de la parroquia. En esta misma semana estoy esperando por un buen cargamento de alimentos que viene de España y quiero coordinar con el Obispado la forma de distribuirlos. Tenemos muchas necesidades en las comunidades. Las comunidades muy pobres están viviendo casi de la ayuda de la iglesia. Los centros de ayuda están desabastecidos y requieren de ayuda de forma urgente. Ha sido una bendición de Dios la llegada de ese cargamento de alimentos, en este momento. ¡Bendito sea Dios! —exclamó el padre Christopher levantando la mirada al cielo.
10 – __Me extraña que usted diga que no ha coordinado con el Obispo la distribución de esa ayuda —expresó el padre Marcos con un asombro dibujado en el rostro—. El Obispo ha tomado una decisión con las ayudas que vienen a las diferentes parroquias, y muy especialmente con las que vienen para la parroquia San José de El Llano. Ese donativo de alimentos que ha llegado será utilizado por el Obispo para sus labores en el Obispado. Nada llegará a la parroquia de El Llano, de ese donativo.
11 – —¿Por qué le extraña, padre Marcos? Preguntó el cura inglés. Usted sabe que he venido en dos ocasiones a conversar con el señor Obispo y no ha sido posible la reunión con su Eminencia. Tenemos muchas carencias y queríamos que el Monseñor interviniera con las autoridades de Aduana para agilizar la salida de los contenedores. Ese donativo está destinado especialmente para nuestra parroquia. Estamos muy escasos de recursos y ésa es la única ayuda que tenemos para estos meses.
12 – —El señor Obispo me ha instruido para recibir esa ayuda en el Obispado. El Monseñor ha decidido que esos alimentos se queden en el almacén del Obispado. Ha sido muy taxativo en decirme que no se le enviará, de esa ayuda, a la parroquia San José. Por decisión del Obispado, todas las ayudas que lleguen a todas las parroquias de esta jurisdicción eclesiástica, serán recibidas por el señor Obispo.
A partir de esa orden, sólo el Obispo decide sobre el destino de las ayudas. El Obispo ha escrito a todas las instituciones que ofrecen ayuda a las parroquias del Obispado para que todas las donaciones sean referidas directamente al Obispado.
13 – Christopher se quedó sin habla. Estaba impactado por lo que le estaba diciendo el padre Marcos. El Obispo le había quitado al padre Christopher toda autoridad en los asuntos sociales de la parroquia. Desde ese momento, tendrían que pedirle las cosas al Obispado, para continuar con la labor, y como conocía la actitud que había asumido el Obispo en contra de la parroquia y con su trabajo pastoral a favor de los pobres y hacinados trabajadores cañeros, sabía que tendría muy poca ayuda.
14 – —Pero esa ayuda viene de la red de cooperantes que tengo en España – acotó el padre Christopher. Ese cargamento está destinado a la parroquia San José. Lo que hemos hecho siempre es entregarle una parte al Obispado para que ayude a otras parroquias o para las ayudas del propio Obispado; pero ésa es una ayuda consignada a nuestra parroquia. Si nos quitan las donaciones que nosotros logramos que nos envíen desde los países ricos, ¿cómo podremos realizar nuestras labores sociales? —cuestionó mientras se acariciaba, nerviosamente, las barbas del mentón. El padre Christopher Estaba tan impactado con la noticia que le había dado el padre Marcos Andino, que movía la cabeza y los labios en forma extraña.
15 – —Recuerde, padre Christopher, que usted es un sacerdote diocesano y depende directamente del Obispo de esta diócesis. La autoridad suprema de la diócesis es el Obispo, y es él quien tiene que definir las políticas que se ejecuten en la provincia eclesial. No se preocupe, padre, que el Obispo sabrá recompensar su gran trabajo para traer ayuda a nuestra diócesis.
16 – Las últimas palabras parecían que lo sacaban de sus cabales, porque era una burla a su inteligencia. Tuvo el deseo de abofetear al padre Marcos: pero se contuvo. Necesitaba mantener la calma para no darle justificación a una acción disciplinaria contra él.
17 -—No he olvidado mi condición de sacerdote diocesano; pero el acuerdo que hemos tenido todos estos años es que yo le entregaría una parte de las donaciones que venía consignada para la parroquia, como parte de mi cooperación al Obispado. El Obispado no puede tomar todos los alimentos que vienen esta semana. El asilo de ancianos y los centros de nutrición de niños y madres embarazadas necesitan de esos alimentos. Los recursos de la parroquia se han reducido mucho, y no tenemos con que seguir cubriendo la manutención de los centros, si no nos llega ese cargamento de alimentos, tendremos grandes dificultades.
El Obispo tiene que entender la situación que estamos viviendo en la parroquia.
1 – El padre Marcos se quedó sin respuesta a lo planteado por Christopher, y por un momento, solamente lo contempló con cierta pena. Notaba la rabia que consumía al párroco de El Llano por dentro. Se lamentaba ser el comisionado para darle la terrible noticia a Christopher. No tenía ninguna otra alternativa que cumplir con la orden que le había dado el obispo Francisco Ozoria Acosta.
19 -—Comprendo lo que usted me dice, padre; pero yo sólo soy el asistente del Monseñor. Estoy aquí para cumplir las órdenes que emanen del Obispo. Yo mismo no sé si hice bien en decirle lo que le he dicho. Creía que usted estaba enterado de la situación —expresó con cierto dejo de encogimiento por tener que dar la desagradable y fulminante noticia. Sintió aflicción, al ver el rostro de Christopher, que comenzaba a tomar la expresión de derrotado.
20 – Christopher se rascó la cabeza, ya casi cubierta por las canas. Ahora la situación se ponía más difícil para el trabajo pastoral. Si el Obispo se apropiaba de toda la ayuda que le llegaba, no podría continuar desarrollando los planes que ejecutaba, ni siquiera podría mantener los que estaban en ejecución. Respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. Se sentía noqueado por la decisión tomada por el Obispo. Un sentimiento de impotencia lo invadió.
21—Yo necesito ver al Obispo, padre Marcos. Después de lo que usted me ha dicho, es urgente que hable con el Monseñor. No puedo continuar con la parroquia en este estado. La parroquia necesita de ese cargamento de alimentos que viene consignado a nosotros. Nuestra necesidad no puede esperar que el Obispo y yo nos pongamos de acuerdo. Esos infelices no tienen que comer. Si no le llega en el tiempo requerido, los ancianos del asilo se morirán uno a uno. Si no nos llegan esos alimentos, no sé qué hacer.
22 – La mirada de Christopher, por primera vez, parecía implorar.
—Me había olvidado decirle que el señor Obispo le manda a decir que no lo podrá recibir en el día de hoy. El señor Obispo está muy ocupado; ha estado trabajando mucho estos días y no se siente bien de salud.
Christopher reconoció la mentira en el tono de la voz del padre Marcos. Ahora entendía con más claridad que el sacerdote le estaba entreteniendo y que ocultaba una verdad más sombría. Sabía que era mentira que el Obispo estuviera enfermo, y sabía que estaba en su oficina en ese momento.
23—Padre Marcos, usted es párroco de una parroquia y sabe del trabajo que estamos realizando en la iglesia San José de El Llano. Necesito conversar con el Obispo. Con la decisión que ha tomado el Obispo, nos crea muchos problemas, y estoy seguro de que ése no es el propósito del Monseñor —buscaba intentar cambiar la actitud del padre Marcos para saber si podía entrevistarse con el obispo Acosta.
El padre Marcos, que vestía camisa color crema, con las mangas cortas, cruzó los brazos, tratando de mostrar su impotencia. Era hombre blanco y de calvicie pronunciada; de gran estatura y corpulento; hacía algunos años que había llegado desde su natal España.
24 – -El Obispo me ha enviado a decirle que no puede recibirlo, padre Christopher. Dígame en qué yo puedo servirle, y le serviré con mucho gusto. Es posible que el Obispo pueda recibirlo la próxima semana.
En el día de hoy, es imposible que lo reciba. No está disponible para reunirse con usted. Las manos de Christopher tomaron un leve temblor y sudaban.
25 – El padre Marcos, al fin, había dicho la verdad. El Obispo no estaba disponible para reunirse conmigo.
—Padre Marcos – le dijo el padre Christopher – mi situación no es de la próxima semana. Tengo asilos de ancianos; tengo centros de nutrición; tengo un pequeño hospital, y la propia parroquia necesita con urgencia esa ayuda que viene de España. Para la parroquia es urgente que pueda resolver este problema en el día de hoy. El padre Marcos miró a la secretaria, que escuchaba la conversación mientras trabajaba. Ella hizo un gesto leve de incompetencia.
26 – Ninguno de los dos se atrevía a ir donde el Obispo para que reciba al padre de la parroquia San José de El Llano.
—Si fuera por mí, no habría problema, padre Christopher – le dijo al padre Marcos – El señor Obispo me ha dicho que le diga que no puede recibirlo en el día de hoy. Estoy seguro que él se comunicará con usted en breve tiempo y se pondrán de acuerdo para los trabajos de la pastoral social de la parroquia. Confíe en el Señor, padre.
27—Pero, padre Marcos – imploró Christopher – yo no sólo vine a hablar con Monseñor sobre el asunto de la ayuda; ése es un asunto muy importante. He venido, también, porque usted sabe que la parroquia ha sido agredida varias veces y necesito mayor protección para los cooperantes. El destacamento policial de El Llano me está mandando un agente que se queda toda la noche en la Casa Curial; pero no es suficiente, y el jefe del puesto policial me ha dicho que necesita la solicitud del propio Obispo para mantener el agente vigilando la casa en la noche Si no mantengo una buena vigilancia, todos los cooperantes se marcharán del país. En estos momentos son demasiado importantes para nosotros. Muchos de ellos están aterrorizados por las agresiones de que hemos sido objeto.
28 – El padre Marcos se pasó la mano por la cabeza. La presencia de Christopher lo importunaba: todo lo que traía era problema para el Obispado. Ninguna otra parroquia necesitaba de seguridad para sus sacerdotes. Solamente la parroquia San José solicitaba protección para su párroco. Sabía del enfrentamiento que mantenía el párroco de la iglesia San José con los dueños del ingenio Hermanos Colón por las exigencias de trato humano a los cortadores de caña. Marcos se lamentaba de que el padre Christopher nunca se llevó de su consejo de conciliar con los dueños del ingenio y pastorear tranquilamente la parroquia. Si hubiese trabajado así, no habría tenido problema. Todas esas acciones en contra de la industria azucarera habían disgustado al Obispo y al Obispado.
29—Creo que en eso no habrá ningún problema. Hablaré con el Monseñor y le haré llegar las instrucciones que él se digne tomar. Estoy seguro que solicitará mayor protección para la parroquia. Puede irse tranquilo, padre Christopher, que eso se resolverá en cuestión de algunos días.
—¿No puedo ver al Obispo esta semana? Háblele para que me reciba en esta semana. No tengo alimentos para los centros nutricionales —volvió a retomar el tema de los alimentos—. No me quedan más de dos días de alimentos. Si no me llegan, no sé qué voy a hacer.
30 – El padre Marcos encogió el ceño al escuchar, de nuevo, el tema de los alimentos. Parecía que lo contrariaba.
—Hablaré con Monseñor y se lo haré saber. Prometió el padre Marcos. Los dos sacerdotes se mantenían de pie, frente a frente. A unos pasos, la recepcionista parecía no escuchar la conversación. Marcos estiró la mano para despedirse. Christopher se la estrechó con resignación.
—Vaya con Dios, padre Christopher. Rece mucho por nosotros y por el trabajo pastoral del Obispado. Perdone al Obispo, por no recibirlo, estoy seguro que lo hará muy pronto.
31 – Christopher frunció el entrecejo. Las palabras del padre reflejaban un malestar íntimo, que no podía decir. Algo muy grande e importante escondía en sus palabras el sacerdote. No tenía otra alternativa que retirarse; sabía que no obtendría ninguna información adicional del sacerdote asistente del Obispo. Aquel sacerdote era pusilánime y no tendría el valor de ayudarlo. Se esbeltó y lo miró con una mirada fulminante y resuelta. No podía mostrar ninguna flaqueza en ese momento.—Lo tendré en mis oraciones, padre Marcos. El Señor es más grande que nuestras propias miserias. Siempre es bueno confiar en la Palabra del Señor para poder continuar con nuestro trabajo de pastores —dijo como si sermoneara frente al padre Marcos.
32 – El Sacerdote Inglés salió del edificio del Obispado y caminó hasta el parqueo. Sus pensamientos estaban aturdidos. Por las palabras del padre Marcos, tenía que llegar a la conclusión que el plan de sacar al padre Antonio de la parroquia San Antonio de Padua, de El Puerto, era el primer paso para hacerlo saltar de la parroquia San José. Se instaló frente al volante de su camioneta doble cabina y apretó el guía sin encender el vehículo. Estaba muy molesto. Pensó en que el padre Marcos se tragaba la verdad, por temor a ser castigado por el Obispo; y sintió una gran pena de aquellos de la iglesia que reniegan las enseñanzas de Jesús. “Este cura inglés no tiene reversa y seguirá aferrado a la voluntad de Dios”: se dijo para sí, y encendió el motor de la camioneta.
33 – Lo esperaban los pobres, miserables y esclavizados cortadores de caña en los bateyes, y continuaría luchando junto a ellos. No eran horas de amilanarse. No permitiría que el Obispo se saliera con las suyas sacándolo de la parroquia, corno lo hizo con el padre Antonio. El Obispo sabía muy bien que él pertenecía a la Catedral San Patricio de New York, de donde le venía mucha ayuda y no querría prescindir de ella. Pelearía con todas sus fuerzas, y daría su vida, si fuere necesario, para cumplir con el mandato de Jesucristo que lo había traído a pastorear al pueblo de Dios más cruelmente humillado de todo el mundo. «He visto el rostro de Jesús despedazado en los rostros de los pobres cortadores de caña, abusados en el infierno en que lo han sometido los dueños del ingenio Hermanos Colón», se dijo para sí, y arrancó hacia la parroquia San José, su cuartel general de su misión evangelizadora.
Continuará
Por Miguel Espaillat New York, NY 18/9/2020
A modo de preliminar.
A – Todavía no había salido publicada la primera parte de este ensayo, cuando la prensa daba cuenta, de que el obispo Ozoria Acosta había hecho una visita de cortesía al ministro de obras públicas. ¿A santo de que, esta visita?
B – Pensándolo bien, a través de esa institución el señor obispo puede conseguir que le construyan o remodelen los edificios que su iglesia solicite. Visto así, la intención del obispo con esa cortesía queda descubierta. Mejor, ¿por qué no usó esa deferencia con CONANI para ver cómo puede cooperar con esa institución para mejorar la vida de nuestros niños y niñas? La respuesta es obvia: CONANI no es una institución con la que se pueda contar para construir iglesias u otrasedificaciones, al contrario, en Obras Publicas, el alpiste, es seguro.
C – Hago este señalamiento, para que el obispo Ozoria Acosta tenga en cuenta, que el país lo está observando, que los tiempos son otros, que no vamos a permitir de él, ni de ningún otro prelado, las barbaridades que cometieron contra el pueblo Nicolas López Rodríguez, Agripino Núñez Collado y todos los sacerdotes que se confabularon para tumbar a Juan Bosch en 1963. Y no digo como Marcial Maciel, Józef Wesolowski, o Wojciech (padre Alberto Gil), porque para regocijo de todos, no es por conducta sexual inapropiada que estamos abordando al obispo Ozoria Acosta.
La nación dominicana para avanzar ya no puede seguir tolerando y soportando los atropellos de endiosados jerarcas clericales, que con dobles discursos divorciados de la práctica cristiana sirven a sus propios intereses y a la de los opresores y vividores del pueblo. Hecha esta aclaración, vayamos con la continuación del ensayo, “La otra humanidad del obispo Francisco Ozoria Acosta”.
Desalojar a los ancianos de los bateyes
1 – Antes de iniciarse cada zafra, la administración del ingenio procedía a realizar una operación de limpieza geriátrica, que consistía en desalojar de las miserables casuchas a los braceros más ancianos, que no tuvieran ya las fuerzas para continuar en el corte de la caña, barbaridad que hacían para tener el espacio de ellos para los nuevos cortadores de caña que traerían de los campos lejanos de la República Dominicana o de la República de Haití. Era una costumbre de las autoridades del Ingenio, cada cierto tiempo, deshacerse de los viejos inútiles y cansados trabajadores. Para ellos, estos braceros sólo eran chatarras humanas o bagazos inservibles. Este trato aceleraba el proceso de muerte en vida de los cortadores de caña, que en poco tiempo los llevaba a fenecer y ser enterrados en un cementerio sin cruces del batey.
2 – A todo esto, hay que añadirle el racismo y el desprecio que la población en general tiene por los cortadores de caña. Los dueños del Ingenio y los colonos han culturalizado a la población, para que vea a esta gente como seres inferiores, a tal punto han llevado este sentimiento, que no aceptan a los cortadores, ni en su relación social, ni amistosa.
El padre Christopher visita al obispo Francisco Ozoria Acosta
3 – El padre Christopher se levantó del sofá de espera y caminó algunos pasos sin destino cierto. Llevaba más de dos horas esperando para ser recibido por el obispo Ozoria Acosta. La recepcionista de la oficina del Obispado lo miraba con una actitud un tanto huraña. La presencia del sacerdote le provocaba inquietud. Cada cierto tiempo miraba de reojo y mostraba su contrariedad. Ella seguía trabajando; pero mantenía una vigilancia a cada movimiento del sacerdote inglés.
4 – —Señorita, ¿me podrá recibir el Obispo, hoy? —cuestionó en un tono enérgico—. Llevo más de dos horas esperando para ser recibido. Tengo mucho trabajo en la parroquia—expresó el padre Christopher, que comenzaba a desesperarse por la tardanza en ser recibido. Miró el reloj y sus espesas cejas se levantaron; tenía programada otras actividades en uno de los bateyes. Su contrariedad aumentó.
5 – La joven secretaria, de negro y lacio cabello, cortado a los hombros y de piel de color canela, lo observó, como si quisiera decirle algo que no podía expresar. Su mirada reflejaba el conocimiento de un secreto que no se atrevía a divulgar. Algo le molestaba en la conciencia. El padre Christopher percibió la angustia de la secretaria, quien le dijo: Yo le informé al Obispo que usted había llegado; pero no me dijo nada. Oiga, el padre Marcos Andino ha llegado y podría ayudarlo más que yo, puesto que el es el asistente de monseñor. Hablaré con él para preguntarle de su visita. Espere un momento, padre Christopher.
6 – La joven mujer se levantó y entró por la puerta más próxima. El rostro de Christopher se había enrojecido por la molestia que le causaba la tardanza en ser recibido por el Obispo Francisco Ozoria Acosta. Ésta era la tercera vez que visitaba el Obispado, procurando entrevistarse con el Obispo para conciliar algunos problemas de la parroquia y buscar mayor seguridad para el equipo de cooperantes que trabajaba con él en las labores pastorales sociales. En las dos ocasiones anteriores lo había dejado esperando más de tres horas, para después mandar a decirle que no le podía recibir. Desde la salida del padre Antonio, las cosas de la parroquia San José con el Obispado habían llegado a límites de incomunicación que provocaban problemas para el desenvolvimiento normal de las actividades de la parroquia.
7 – —¡Padre Christopher, no sabía que estaba esperando al señor Obispo! —escuchó decir al sacerdote que había salido de la misma puerta que había entrado la secretaria—. He llegado hace un ratito, y no fue hasta este momento cuando me he enterado que usted está aquí, padre. Ha sido la secretaria quien me lo ha informado, y he salido a saludarle y a recibirle, por parte del Obispo.
8 – Christopher intentó esbozar una sonrisa que sólo llegó a una mueca. El padre Marcos Andino era un hombre de fácil hablar y de conducta ortodoxa; nunca se buscaba un problema, ni siquiera en procura de cumplir con su misión de fe. Durante su permanencia en el Obispado Christopher había tenido una buena relación de amistad con el padre Marcos; sin obviar el conocimiento de su carácter.
9 – —Padre Marcos – le dijo Christopher – tengo mucho interés en conversar con el señor Obispo. Me urge tratarle algunos asuntos de la parroquia. En esta misma semana estoy esperando por un buen cargamento de alimentos que viene de España y quiero coordinar con el Obispado la forma de distribuirlos. Tenemos muchas necesidades en las comunidades. Las comunidades muy pobres están viviendo casi de la ayuda de la iglesia. Los centros de ayuda están desabastecidos y requieren de ayuda de forma urgente. Ha sido una bendición de Dios la llegada de ese cargamento de alimentos, en este momento. ¡Bendito sea Dios! —exclamó el padre Christopher levantando la mirada al cielo.
10 – __Me extraña que usted diga que no ha coordinado con el Obispo la distribución de esa ayuda —expresó el padre Marcos con un asombro dibujado en el rostro—. El Obispo ha tomado una decisión con las ayudas que vienen a las diferentes parroquias, y muy especialmente con las que vienen para la parroquia San José de El Llano. Ese donativo de alimentos que ha llegado será utilizado por el Obispo para sus labores en el Obispado. Nada llegará a la parroquia de El Llano, de ese donativo.
11 – —¿Por qué le extraña, padre Marcos? Preguntó el cura inglés. Usted sabe que he venido en dos ocasiones a conversar con el señor Obispo y no ha sido posible la reunión con su Eminencia. Tenemos muchas carencias y queríamos que el Monseñor interviniera con las autoridades de Aduana para agilizar la salida de los contenedores. Ese donativo está destinado especialmente para nuestra parroquia. Estamos muy escasos de recursos y ésa es la única ayuda que tenemos para estos meses.
12 – —El señor Obispo me ha instruido para recibir esa ayuda en el Obispado. El Monseñor ha decidido que esos alimentos se queden en el almacén del Obispado. Ha sido muy taxativo en decirme que no se le enviará, de esa ayuda, a la parroquia San José. Por decisión del Obispado, todas las ayudas que lleguen a todas las parroquias de esta jurisdicción eclesiástica, serán recibidas por el señor Obispo.
A partir de esa orden, sólo el Obispo decide sobre el destino de las ayudas. El Obispo ha escrito a todas las instituciones que ofrecen ayuda a las parroquias del Obispado para que todas las donaciones sean referidas directamente al Obispado.
13 – Christopher se quedó sin habla. Estaba impactado por lo que le estaba diciendo el padre Marcos. El Obispo le había quitado al padre Christopher toda autoridad en los asuntos sociales de la parroquia. Desde ese momento, tendrían que pedirle las cosas al Obispado, para continuar con la labor, y como conocía la actitud que había asumido el Obispo en contra de la parroquia y con su trabajo pastoral a favor de los pobres y hacinados trabajadores cañeros, sabía que tendría muy poca ayuda.
14 – —Pero esa ayuda viene de la red de cooperantes que tengo en España – acotó el padre Christopher. Ese cargamento está destinado a la parroquia San José. Lo que hemos hecho siempre es entregarle una parte al Obispado para que ayude a otras parroquias o para las ayudas del propio Obispado; pero ésa es una ayuda consignada a nuestra parroquia. Si nos quitan las donaciones que nosotros logramos que nos envíen desde los países ricos, ¿cómo podremos realizar nuestras labores sociales? —cuestionó mientras se acariciaba, nerviosamente, las barbas del mentón. El padre Christopher Estaba tan impactado con la noticia que le había dado el padre Marcos Andino, que movía la cabeza y los labios en forma extraña.
15 – —Recuerde, padre Christopher, que usted es un sacerdote diocesano y depende directamente del Obispo de esta diócesis. La autoridad suprema de la diócesis es el Obispo, y es él quien tiene que definir las políticas que se ejecuten en la provincia eclesial. No se preocupe, padre, que el Obispo sabrá recompensar su gran trabajo para traer ayuda a nuestra diócesis.
16 – Las últimas palabras parecían que lo sacaban de sus cabales, porque era una burla a su inteligencia. Tuvo el deseo de abofetear al padre Marcos: pero se contuvo. Necesitaba mantener la calma para no darle justificación a una acción disciplinaria contra él.
17 -—No he olvidado mi condición de sacerdote diocesano; pero el acuerdo que hemos tenido todos estos años es que yo le entregaría una parte de las donaciones que venía consignada para la parroquia, como parte de mi cooperación al Obispado. El Obispado no puede tomar todos los alimentos que vienen esta semana. El asilo de ancianos y los centros de nutrición de niños y madres embarazadas necesitan de esos alimentos. Los recursos de la parroquia se han reducido mucho, y no tenemos con que seguir cubriendo la manutención de los centros, si no nos llega ese cargamento de alimentos, tendremos grandes dificultades.
El Obispo tiene que entender la situación que estamos viviendo en la parroquia.
1 – El padre Marcos se quedó sin respuesta a lo planteado por Christopher, y por un momento, solamente lo contempló con cierta pena. Notaba la rabia que consumía al párroco de El Llano por dentro. Se lamentaba ser el comisionado para darle la terrible noticia a Christopher. No tenía ninguna otra alternativa que cumplir con la orden que le había dado el obispo Francisco Ozoria Acosta.
19 -—Comprendo lo que usted me dice, padre; pero yo sólo soy el asistente del Monseñor. Estoy aquí para cumplir las órdenes que emanen del Obispo. Yo mismo no sé si hice bien en decirle lo que le he dicho. Creía que usted estaba enterado de la situación —expresó con cierto dejo de encogimiento por tener que dar la desagradable y fulminante noticia. Sintió aflicción, al ver el rostro de Christopher, que comenzaba a tomar la expresión de derrotado.
20 – Christopher se rascó la cabeza, ya casi cubierta por las canas. Ahora la situación se ponía más difícil para el trabajo pastoral. Si el Obispo se apropiaba de toda la ayuda que le llegaba, no podría continuar desarrollando los planes que ejecutaba, ni siquiera podría mantener los que estaban en ejecución. Respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. Se sentía noqueado por la decisión tomada por el Obispo. Un sentimiento de impotencia lo invadió.
21—Yo necesito ver al Obispo, padre Marcos. Después de lo que usted me ha dicho, es urgente que hable con el Monseñor. No puedo continuar con la parroquia en este estado. La parroquia necesita de ese cargamento de alimentos que viene consignado a nosotros. Nuestra necesidad no puede esperar que el Obispo y yo nos pongamos de acuerdo. Esos infelices no tienen que comer. Si no le llega en el tiempo requerido, los ancianos del asilo se morirán uno a uno. Si no nos llegan esos alimentos, no sé qué hacer.
22 – La mirada de Christopher, por primera vez, parecía implorar.
—Me había olvidado decirle que el señor Obispo le manda a decir que no lo podrá recibir en el día de hoy. El señor Obispo está muy ocupado; ha estado trabajando mucho estos días y no se siente bien de salud.
Christopher reconoció la mentira en el tono de la voz del padre Marcos. Ahora entendía con más claridad que el sacerdote le estaba entreteniendo y que ocultaba una verdad más sombría. Sabía que era mentira que el Obispo estuviera enfermo, y sabía que estaba en su oficina en ese momento.
23—Padre Marcos, usted es párroco de una parroquia y sabe del trabajo que estamos realizando en la iglesia San José de El Llano. Necesito conversar con el Obispo. Con la decisión que ha tomado el Obispo, nos crea muchos problemas, y estoy seguro de que ése no es el propósito del Monseñor —buscaba intentar cambiar la actitud del padre Marcos para saber si podía entrevistarse con el obispo Acosta.
El padre Marcos, que vestía camisa color crema, con las mangas cortas, cruzó los brazos, tratando de mostrar su impotencia. Era hombre blanco y de calvicie pronunciada; de gran estatura y corpulento; hacía algunos años que había llegado desde su natal España.
24 – -El Obispo me ha enviado a decirle que no puede recibirlo, padre Christopher. Dígame en qué yo puedo servirle, y le serviré con mucho gusto. Es posible que el Obispo pueda recibirlo la próxima semana.
En el día de hoy, es imposible que lo reciba. No está disponible para reunirse con usted. Las manos de Christopher tomaron un leve temblor y sudaban.
25 – El padre Marcos, al fin, había dicho la verdad. El Obispo no estaba disponible para reunirse conmigo.
—Padre Marcos – le dijo el padre Christopher – mi situación no es de la próxima semana. Tengo asilos de ancianos; tengo centros de nutrición; tengo un pequeño hospital, y la propia parroquia necesita con urgencia esa ayuda que viene de España. Para la parroquia es urgente que pueda resolver este problema en el día de hoy. El padre Marcos miró a la secretaria, que escuchaba la conversación mientras trabajaba. Ella hizo un gesto leve de incompetencia.
26 – Ninguno de los dos se atrevía a ir donde el Obispo para que reciba al padre de la parroquia San José de El Llano.
—Si fuera por mí, no habría problema, padre Christopher – le dijo al padre Marcos – El señor Obispo me ha dicho que le diga que no puede recibirlo en el día de hoy. Estoy seguro que él se comunicará con usted en breve tiempo y se pondrán de acuerdo para los trabajos de la pastoral social de la parroquia. Confíe en el Señor, padre.
27—Pero, padre Marcos – imploró Christopher – yo no sólo vine a hablar con Monseñor sobre el asunto de la ayuda; ése es un asunto muy importante. He venido, también, porque usted sabe que la parroquia ha sido agredida varias veces y necesito mayor protección para los cooperantes. El destacamento policial de El Llano me está mandando un agente que se queda toda la noche en la Casa Curial; pero no es suficiente, y el jefe del puesto policial me ha dicho que necesita la solicitud del propio Obispo para mantener el agente vigilando la casa en la noche Si no mantengo una buena vigilancia, todos los cooperantes se marcharán del país. En estos momentos son demasiado importantes para nosotros. Muchos de ellos están aterrorizados por las agresiones de que hemos sido objeto.
28 – El padre Marcos se pasó la mano por la cabeza. La presencia de Christopher lo importunaba: todo lo que traía era problema para el Obispado. Ninguna otra parroquia necesitaba de seguridad para sus sacerdotes. Solamente la parroquia San José solicitaba protección para su párroco. Sabía del enfrentamiento que mantenía el párroco de la iglesia San José con los dueños del ingenio Hermanos Colón por las exigencias de trato humano a los cortadores de caña. Marcos se lamentaba de que el padre Christopher nunca se llevó de su consejo de conciliar con los dueños del ingenio y pastorear tranquilamente la parroquia. Si hubiese trabajado así, no habría tenido problema. Todas esas acciones en contra de la industria azucarera habían disgustado al Obispo y al Obispado.
29—Creo que en eso no habrá ningún problema. Hablaré con el Monseñor y le haré llegar las instrucciones que él se digne tomar. Estoy seguro que solicitará mayor protección para la parroquia. Puede irse tranquilo, padre Christopher, que eso se resolverá en cuestión de algunos días.
—¿No puedo ver al Obispo esta semana? Háblele para que me reciba en esta semana. No tengo alimentos para los centros nutricionales —volvió a retomar el tema de los alimentos—. No me quedan más de dos días de alimentos. Si no me llegan, no sé qué voy a hacer.
30 – El padre Marcos encogió el ceño al escuchar, de nuevo, el tema de los alimentos. Parecía que lo contrariaba.
—Hablaré con Monseñor y se lo haré saber. Prometió el padre Marcos. Los dos sacerdotes se mantenían de pie, frente a frente. A unos pasos, la recepcionista parecía no escuchar la conversación. Marcos estiró la mano para despedirse. Christopher se la estrechó con resignación.
—Vaya con Dios, padre Christopher. Rece mucho por nosotros y por el trabajo pastoral del Obispado. Perdone al Obispo, por no recibirlo, estoy seguro que lo hará muy pronto.
31 – Christopher frunció el entrecejo. Las palabras del padre reflejaban un malestar íntimo, que no podía decir. Algo muy grande e importante escondía en sus palabras el sacerdote. No tenía otra alternativa que retirarse; sabía que no obtendría ninguna información adicional del sacerdote asistente del Obispo. Aquel sacerdote era pusilánime y no tendría el valor de ayudarlo. Se esbeltó y lo miró con una mirada fulminante y resuelta. No podía mostrar ninguna flaqueza en ese momento.—Lo tendré en mis oraciones, padre Marcos. El Señor es más grande que nuestras propias miserias. Siempre es bueno confiar en la Palabra del Señor para poder continuar con nuestro trabajo de pastores —dijo como si sermoneara frente al padre Marcos.
32 – El Sacerdote Inglés salió del edificio del Obispado y caminó hasta el parqueo. Sus pensamientos estaban aturdidos. Por las palabras del padre Marcos, tenía que llegar a la conclusión que el plan de sacar al padre Antonio de la parroquia San Antonio de Padua, de El Puerto, era el primer paso para hacerlo saltar de la parroquia San José. Se instaló frente al volante de su camioneta doble cabina y apretó el guía sin encender el vehículo. Estaba muy molesto. Pensó en que el padre Marcos se tragaba la verdad, por temor a ser castigado por el Obispo; y sintió una gran pena de aquellos de la iglesia que reniegan las enseñanzas de Jesús. “Este cura inglés no tiene reversa y seguirá aferrado a la voluntad de Dios”: se dijo para sí, y encendió el motor de la camioneta.
33 – Lo esperaban los pobres, miserables y esclavizados cortadores de caña en los bateyes, y continuaría luchando junto a ellos. No eran horas de amilanarse. No permitiría que el Obispo se saliera con las suyas sacándolo de la parroquia, corno lo hizo con el padre Antonio. El Obispo sabía muy bien que él pertenecía a la Catedral San Patricio de New York, de donde le venía mucha ayuda y no querría prescindir de ella. Pelearía con todas sus fuerzas, y daría su vida, si fuere necesario, para cumplir con el mandato de Jesucristo que lo había traído a pastorear al pueblo de Dios más cruelmente humillado de todo el mundo. «He visto el rostro de Jesús despedazado en los rostros de los pobres cortadores de caña, abusados en el infierno en que lo han sometido los dueños del ingenio Hermanos Colón», se dijo para sí, y arrancó hacia la parroquia San José, su cuartel general de su misión evangelizadora.
continuará